Bueno, bueno!!!hacía mucho tiempo que no me pasaba por aquí y no publicaba nada!!!La verdad, he estado bastante ocupada últimamente y, por otro lado, también de bajón y sin ganas de escribir, ni dibujar, ni nada...así que no he tenido inspiración ni tiempo para hacer nada.
Hoy, para retomar el blog, un nuevo capítulo de la primera "novelilla" que empecé a escribir hace un par de años...Tengo que reeditarla, leer todo lo que tengo escrito y cambiar cosas,eso seguro,pero de momento voy a compartir lo que tengo con todos vosotros. Espero que seáis benevolentes conmigo. Creo q he ido mejorando, he estado escribiendo otras cosas, entre ellas Descubriendo a...África, otro de los escritos que estoy compartiendo aquí, y me parece que estoy mejorando. No soy una super escritora,pero disfruto haciéndolo.
Bueno,no me enrollo más y aquí os dejo el capítulo siete de Escapando de la Oscuridad.
CAPITULO SIETE
Los
días pasaron velozmente y de repente, Laura se encontró despidiéndose en el
hospital de aquellas que habían sido compañeras y mentoras en sus meses de
prácticas. Lloró al tener que despedirse de ellas y de los pacientes a los que
abandonaba. Les había cogido mucho cariño y ellos habían hecho mucho por ella
sin saberlo.
Pero
una vez salió del hospital, acompañada por su amiga Silvia, se sintió libre.
Sintió la adrenalina del final y cierto temor hacia el futuro, pero sobre todo,
una alegría infinita al saber que dispondría de muchas más horas para pasar
junto a Alex. Se había convertido en rutina el pasar las tardes con él.
Pensándolo bien, él parecía algo sobreprotector, pero Laura no le quiso dar
muchas vueltas al porqué, estaba disfrutando mucho de su compañía y cada vez
estaban más unidos. Se asombraba de lo que puede cambiar la vida de una persona
en apenas unos días. A pesar de que conocía a Alex de tan solo unos días,
sentía que podía confiar en él plenamente y ya no sentía ni una pizca de aquél
miedo irracional que una vez la parte más racional de su mente utilizó como
alarma.
--
Bueno, se acabó – Dijo Silvia, sacándola de su ensoñación – Da un poco de pena,
¿Verdad?...pero a la vez es excitante.
--
Sí, la verdad es que a mí me da mucha pena irme, pero es lo que hay. Y sí,
también siento cierta excitación y cierto miedo también. Todavía no tengo claro
qué voy a hacer – Dijo Laura con total sinceridad.
Su
relación con Silvia también se había estrechado, y se encontraba muy a gusto
con ella, hablando de sus cosas, riendo…Sabía que la aparición de Alex tenía
mucho que ver y que Silvia tenía mucha curiosidad, pero gracias a él, ellas
habían empezado a intimar, y de pronto Laura se encontraba hablando de sus
miedos, de sus anhelos, de lo que le gustaba Alex y de cómo él se comportaba
con ella, y su amiga la aconsejaba, la preguntaba y hacía sus propias
conjeturas. Así habían empezado a conocerse y ambas habían encontrado algo en
la otra que nunca jamás habían pensado encontrar.
--
¿A quién has invitado a la graduación? – preguntó Silvia, con una sonrisa
maliciosa en sus labios.
--
Pues…a nadie. Irán sólo mis padres – contestó Laura, sabiendo perfectamente a
qué se refería Silvia con a quién has
invitado.
--
¡¿Cómo?! ¿No has invitado a Alex? – exclamó Silvia.
--
No…Es que, bueno, le conozco desde hace poco y bueno, mis padres tampoco le
conocen y si le vieran, no sé qué pensarían – Laura tenía un miedo atroz al
posible encuentro entre sus padres y Alex. Nunca había tenido novio ni nada
parecido y no sabía cómo iban a reaccionar.
--
¡Pero tienes que invitarlo! No puede faltar. Diles a tus padres que es un
amigo.
--
Ya, pero si les digo eso también tendré que decirles cómo le conocí, de dónde
es, etc. Y no creo que les haga mucha gracia saber que su hija sale por ahí con
un chico que conoció en el parque hace unos días y del que sabe más bien poco –
La tristeza se hizo paso a través de las capas de su voz y su amiga lo notó.
--
Ya veo…tienes razón. A ver…déjame pensar…
--
Silvia, déjalo, en serio –
--
¡No! Él tiene que ir ¡Ya se! Él puede ir como invitado mío y después yo puedo
hacer como si os presentara allí y así podréis estar juntos y hablar
tranquilamente.
--
No se…-- A Laura no terminaba de hacerle gracia lo de que Alex fuera como
invitado de Silvia, pero la expectativa de poder verle esa noche, empezó a
abrirse paso y una esperanza empezó a forjarse en su interior.
--
¡Sí! Lo haremos así. No puedes dejarlo de lado. Ni hablar, no te lo consentiré.
Habla con él y díselo. Y después me llamas rápidamente.
--
Bueno, si te pones así…--Dijo Laura y una enorme sonrisa iluminó su rostro.
Cada vez tenía más cariño a su amiga y los celos iban disminuyendo. Además,
ella estaba feliz con su nuevo novio, así que no tenía de qué preocuparse.
--
Por supuesto – Contestó Silvia, y soltó una sonora carcajada.
Llegaron
así, riéndose juntas, a la estación y allí se separaron para coger sus
respectivos trenes. En unos días se verían de nuevo.
--
Gracias – dijo fervientemente Laura y cogiendo a su amiga, le dio un fuerte
abrazo.
--
De nada, boba, para eso estamos las amigas.
Dieron
media vuelta y cada una se dirigió a sus respectivas casas. Laura estaba
emocionada ante la perspectiva de ver a Alex y poder hablar con él e invitarle
a su graduación.
Cuando
llegó a su casa se llevó una enorme sorpresa. Él ya estaba allí, esperándola
como siempre, pero esta vez apoyado en una magnífica moto azul. Por un momento,
se quedó congelada, sin saber qué hacer. Después, echó a correr y sin siquiera
pensarlo se lanzó a sus brazos.
--
Hola, pequeña – Dijo Alex complacido y algo sorprendido por el arrebato de
Laura.
--
Esto…Hola – dijo Laura, bajando la mirada y sonrojándose visiblemente. Todavía
era incapaz de controlarse en su presencia.
--
¿Qué tal tu último día? – preguntó Alex interesado.
--
Bien, gracias. Me ha dado mucha pena irme, pero estoy bien. Me siento libre,
aunque tengo cierto miedo al futuro –
--
El futuro…sin duda es algo sobre lo que pensar…--Dijo Alex, pensando a su vez
en su propio futuro. Una sombra cruzó su rostro.
Laura
sintió un pequeño pinchazo en las sienes y no pudo contenerse.
--
¿Estás bien? – Le preguntó.
--
Sí…¿por?
--
No, por nada…es que me ha parecido…Bueno, nada – No tenía sentido explicarle su
extraño don, pensaría que estaba loca, sin duda.
--
Esto…¿cómo has venido tan pronto hoy? Todavía no he comido…y vas a tener que
esperarme – Dijo Laura, intentando retomar la normalidad de la conversación.
--
He venido por el barrio para hacer algunas gestiones y he pensado en esperarte
– dicho esto, la sonrió, él también empeñado en retomar la normalidad.
--
hummm…esto…tengo que comer y no sé si mis padres están en casa o no…No se – se
le hacía muy difícil hablar y ordenar sus ideas. Quería estar con él, pero no
podía invitarle a su casa sabiendo que sus padres o estarían ya en ella o no
tardarían en llegar.
--
No te preocupes. No pasa nada si no quieres que pase, lo comprendo. Tus padres
todavía no saben nada de mí, ¿cierto? –
--
No…Es que no sé cómo decírselo, ni qué decirles de cómo te conocí, etc. Es
difícil para mí, ya sabes…soy su única hija y de pronto, salgo con chicos –
--
Con un chico – La corrigió dulcemente Alex. Le divertía en cierta manera ver
cómo Laura se sonrojaba, las dudas que la atenazaban, el tartamudeo, la
inseguridad …Eran algo a lo que él hacía mucho tiempo que no se tenía que
enfrentar.
--
Sí, bueno, gracias por la matización – Laura se enfadó consigo misma y con Alex
por haberle recordado lo mal que se le daba relacionarse con la gente en
general y con los chicos en particular.
--
No te enfades…No quería herirte – dijo suavemente Alex y, alzando la mano,
cogió el mentón de Laura y lo alzó para poder mirarla a los ojos. La sonrió con
dulzura.
--
Ya…bueno…-- No se podía resistir a sus encantos. Imposible – El caso…ya sé que
no somos novios ni nada por el estilo…pero sé que mis padres van a pensar eso y
no sé cómo hacerles frente – Dijo con tristeza.
--
¿Novios? – dijo Alex, sorprendido ante la mención de esa palabra. ¿No eran
novios? La verdad, no había pensado en el asunto con detenimiento, pero ahora
que lo hacía, no podía pensar que eran lo contrario, puesto que sus
sentimientos hacia ella sobrepasaban el límite de la amistad con creces, más
allá del motivo más evidente por el que estaba a su lado.
--
Sí, novios…Porque no lo somos, ¿verdad? – la duda de Alex, su pregunta la
habían hecho dudar a ella también. ¿Sería posible que el sintiera algo más por
ella? Tenía ciertos indicios de que eso podía ser así, pero no quería que la
esperanza arraigara en su corazón, no quería sufrir innecesariamente en el
futuro.
--
Bueno…Es algo sobre lo que deberíamos hablar, sin duda. Pero no aquí ni en este
momento – Contestó Alex.
--
Ya, tienes razón. Bueno, voy a entrar en casa… Tengo que comer algo. ¿Dónde
quedamos después?
--
Esto…no me has dejado decírtelo antes. He visto salir a tus padres de casa y
comentaban algo de pasar la tarde en Madrid, ir a ver a alguien, no sé…--Dijo
Alex. La había seguido en la moto desde el hospital hasta la estación de tren y
cuando ésta se metió en la estación, aceleró y llegó aproximadamente un cuarto
de hora antes que ella, por lo que pudo ver a sus padres salir del chalet y
escuchó desde lejos su conversación.
--
Ah…En ese caso, pasa, ven conmigo. ¿Has comido algo? – Le invitó. La alegría y
la esperanza volvían a inundar su corazón.
--
De acuerdo. Y sí, ya he comido, pero gracias por la invitación. En otra ocasión
– Realmente, hacía varios días que no se alimentaba, pero dudaba que Laura
tuviera algo en la nevera que le pudiera apetecer mínimamente, más allá de lo
que le podía apetecer aquello que corría por sus venas y que hacía que su
cuerpo ardiera de deseo.
--
Pues vamos. Pero no me gusta que me miren mientras como –
--
Tranquila, si no quieres, no miraré –
Entraron
juntos a la casa y Laura se dirigió a su habitación, donde dejó su bolso,
dejando momentáneamente solo a Alex en el salón. Después, fue al cuarto de baño
y se lavó las manos. Al salir, fue directamente al salón, pero no le encontró
allí. Fue a la cocina, pero tampoco estaba allí. Algo alarmada, le llamó.
--
¡Alex! ¿Dónde estás? – exclamó, preocupada.
--
¡Aquí! – La voz le llegó desde las habitaciones.
Se
dirigió hacia allí y se sorprendió al encontrarle en su habitación, sentado en
su cama, observando cada detalle con asombro.
--
Esto…no deberías entrar así en las habitaciones de los demás si no has sido
invitado – le reprendió. Le daba pánico pensar qué podría haber encontrado o
visto Alex en su habitación y qué podría haber pensado.
--
Lo siento…tienes razón. Aunque tú me invitaste a tu casa – dijo con una enorme
sonrisa en los labios. No quería enfadarla, pero no se había podido resistir a
sumergirse un poquito más en ella.
--
Ya, bueno…venga, vamos a la cocina – Dijo, otra vez ensimismada por el poder de
su sonrisa.
--
Lo siento, de veras. Tienes una habitación muy bonita si me lo permites. Y
dibujas genial. Son preciosos – Dijo, señalando los dibujos del corcho que
tenía colgado de la pared.
--
Gracias…Bueno, vamos – Se puso muy nerviosa ante los cumplidos de Alex y no
sabía qué hacer. No quiso darle vueltas, además, al hecho de que estaban solos
en su casa y además, en su habitación.
Cuando
Laura se giró para salir de su habitación, Alex se introdujo un pequeño trozo
de papel en el bolsillo trasero de su pantalón. En él había dibujado un rostro:
el rostro de Laura, dibujado con sus propias manos. Magnífico. Bello. Hermoso.
Sabía que Laura se enfadaría mucho si viera que lo había cogido, pero él no
pudo contenerse. Así tenía un pedacito de ella consigo. Y sabía que ella
criticaría el dibujo, diciendo que era feo, que estaba mal, pero él podía
apreciar la perfección de los trazos, las proporciones, los rasgos bien
delineados y dibujados. Una perfecta representación de su dueña, aunque la real
fuera aún más perfecta.
Comieron
juntos, o más bien comió Laura y Alex se limitó a deambular por la cocina,
preguntando, hablando y riendo sobre aquellas cosas que la chica le comentaba.
Laura, mucho más relajada, disfrutaba de la compañía de Alex y le daba vueltas
a la cuestión de cómo invitarle a su
graduación.
--
¿Hay algo que me quieras decir? Llevas mucho tiempo callada – Dijo Alex,
después de un rato de silencio. Más o menos se hacía a la idea de qué era lo
que rondaba por la cabeza de la muchacha, puesto que había escuchado pedazos de
la conversación con su amiga Silvia.
--
Esto…sí, la verdad es que sí. Me gustaría invitarte a mi graduación – Dijo
precipitadamente.
--
Ah – Alex se hizo el sorprendido – Con que era eso…
--
Sí… ¿querrás venir? – preguntó esperanzada.
--
Pero, tus padres no me conocen…¿Cómo se lo vas a explicar?
--
La verdad…es que no se lo voy a explicar. Silvia me sugirió una idea…-- Ahora
la idea de Silvia le parecía totalmente estúpida.
--
¿Sí? – preguntó Alex.
--
Pues realmente, irías como invitado de Silvia y ella nos presentaría allí. Así
no tendría que explicarles nada a mis padres y podríamos pasar la tarde juntos,
incluso salir, sin tener que entrar en explicaciones detalladas a mis padres.
Además, así en un futuro próximo sí que te podría presentar sin que mis padres
objetaran nada.
--
Ah…te da vergüenza explicarles de qué me conoces, ¿Es eso? – Alex sentía
curiosidad por saber qué era lo que pensaba ella sobre él y sobre su relación,
pero le daba miedo preguntárselo abiertamente.
--
No es vergüenza – intentó excusarse y buscar la razón firme que tenía hace
media hora – Es que, verás, no creo que les haga mucha gracia que salga con
alguien a quien conozco de hace pocos días y del que sé más bien poco –
--
Entiendo…-- Se divertía haciéndola pasar apuros. Comprendía perfectamente sus
motivos, pero a la vez le enfadaba un poco que ella no quisiera presentarle a
sus padres, a pesar de que sabía que no era una buena idea – No pasa nada.
Laura
no sabía dónde meterse ni cómo arreglar la situación. Se sentía tonta y
estúpida por ser así de miedosa. No tenía sentido. Y no había ningún problema
en presentarle a sus padres. Ya se le ocurriría algo.
--
Si quieres, te los presento. No pasa nada. Pero tenemos que pensar algo – dijo.
--
Ya, bueno…No sé…Vale, no te preocupes de momento por eso – quería
tranquilizarla, no quería hacerla sufrir y sabía que ella estaba sufriendo.
--
Entonces, ¿vendrás? –
--
Ir, ¿a dónde? –
--
¡A mi graduación! ¿No te acabo de invitar?
--
Ah sí… ¿pero no me invitaba Silvia? Pensé que tendría que contestarla a ella –
dijo Alex, riéndose con malicia.
--
¡Bobo! – Le reprendió Laura y le dio un suave manotazo en el brazo -- ¿Qué me
dices? ¿Vendrás?
--
Pues claro, no podría perderme algo tan importante y menos aún verte con ese
vestido tan bonito – la sonrió con ganas y vio complacido cómo ella se
sonrojaba y bajaba de nuevo la mirada para no tener que enfrentarse a él.
--
Pero qué bobo eres – Dijo Laura. Ahora sentía mucha más vergüenza que antes y
más aún al pensar en verse el día de su graduación con su vestido blanco y él
observándola – Gracias, me hace mucha ilusión que vengas.
--
No podría faltar. Además, así tendrás la excusa perfecta para presentarme a tus
padres.
--
Ya…bueno, ya pensaremos en eso, ¿de acuerdo?
--
Vale.
Los
días pasaron veloces. Y Laura y Alex continuaron como hasta entonces,
conociéndose cada día un poquito más, implicándose cada vez más el uno en la
vida del otro, disfrutando.
El
día de la graduación llegó. Hacía un calor seco e intenso, apenas se sentía una
leve brisa. Laura sudaba no sólo por el calor, sino por los nervios. Se sentía
nerviosa no sólo por la graduación, sino por todo lo que iba a implicar: ver a
Alex, que él la viera a ella, y lo más importante, que sus padres por fin le
conocerían. La cabeza le daba vueltas ante la enormidad de lo que iba a pasar a
continuación. La respiración estaba agitada, y no paraba de mirarse en el
espejo y arreglarse el cabello, el único aspecto de sí misma del que realmente
estaba orgullosa aparte de sus ojos oscuros. Pero sabía que parecería ridícula,
una nimiedad, nada al lado de Alex. Sintió que el pánico y la pena volvían a
hacer presa de ella e intentó por todos los medios tranquilizarse, sin mucho
éxito. Tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para retomar un poco de
autocontrol. Así no podría salir de casa.
--
Hija, tranquilízate. Todo irá bien. Sólo es la graduación – intentó consolarla
su madre.
--
Ya…eso intento – susurró Laura. Se le había secado la garganta y notaba cómo su
corazón palpitaba con fuerza.
--
Intenta relajarte. Vas a arruinar todo el vestido y el poco maquillaje que te
has puesto – dijo su madre. La verdad, nunca le había gustado maquillarse. Esta
vez había accedido ante la insistencia de su madre. Pero si por ella hubiera
sido, habría ido igual que siempre.
Su
padre salió de la habitación vestido con un elegante traje de chaqueta y dijo:
--
¡Ya estoy! ¿Nos vamos?
--
Papá, ¡estás genial! – exclamó Laura, sorprendida. La verdad, a su padre le
gustaba tan poco como a ella ponerse de etiqueta. Para ir al trabajo llevaba
unos pantalones más o menos elegantes y una americana de sport. Nunca corbata.
En esta ocasión, se había puesto un traje azul oscuro, con finas líneas en gris
perla y una corbata a juego.
--
Gracias…Ya sabes, esto no es lo mío. Pero es una gran ocasión, así que tenía
que hacer el esfuerzo. Y tu madre no me
habría perdonado en la vida si aparezco vestido como siempre – Le susurró
en un aparte para que su mujer no le oyera. Pero le oyó.
--
Sí, jamás te lo habría perdonado. Y no sé cómo te pudiste plantear siquiera la
posibilidad…Es la graduación de tu hija, por el amor de Dios – Dicho esto, se
miró en el espejo del salón y terminó de darse unos retoques en su cara y en su
melena oscura. Laura se parecía bastante físicamente a su madre.
--
Bueno, vámonos, ¿no? – dijo impaciente Laura.
--
Sí, vamos – dijo su padre. La tomó del brazo y salieron juntos por la puerta de
casa. La madre de Laura les siguió después de cerciorarse de que todo estaba en
orden.
Fueron
al garaje y el padre de Laura sacó el coche. Madre e hija se montaron en el
coche una vez estuvo en la entrada de la casa. La gente que pasaba por allí se
les quedaba mirando discretamente.
Llegaron
al lugar concertado para la graduación tan sólo 10 minutos antes de que ésta
tuviera comienzo. Les había costado mucho tiempo aparcar. No muy lejos de
ellos, una moto azul brillante aparcó con discreción. De ella se bajó un chico
que parecía el modelo de una revista de moda y de motos, todo a la vez. Las
chicas que pasaban corriendo hacia el edificio, se paraban a mirarle con
descaro. Él, sin percatarse de ello o no queriendo darle importancia, sólo
tenía ojos para la joven morena con el vestido blanco que se había bajado del
BMW azul oscuro junto con sus padres. La madre, impecable con un vestido de
tirantes color rosa palo con unos bordados en un tono burdeos, y la melena
oscura en un medio recogido que dejaba sueltos parte de sus cabellos. El padre,
en un elegante traje de chaqueta azul. Tan nervioso e incómodo como su hija.
Sonrió al verla salir con dificultad del coche y se quedó con la boca abierta
al ver la magnificencia de su belleza. Lo gracioso es que ella apenas se daba
cuenta de lo bonita que era y del efecto que tenía sobre los demás. Varios
chicos que pasaban por allí se la quedaron mirando sorprendidos. ¿Quién era
ella? ¿La habían visto alguna vez? ¿Iba a su clase? No, sin duda iba a otra
clase, porque no habrían pasado por alto a alguien así. Alex se sorprendió al
escudriñar en sus recuerdos. Realmente no la recordaban y sin embargo, ella
estaba allí. Como una presencia inadvertida.
Caminó
despacio detrás de ella, hasta que oyó una voz que le llamó a lo lejos, a sus
espaldas.
--
¡Alex!
Se
dio la vuelta y vio a la amiga de Laura, Silvia. Iba muy guapa, con un vestido
azul oscuro palabra de honor que se ceñía a su cintura, sin colgantes, dejando
al descubierto la suave y pálida piel de su cuello y de su clavícula. El pelo
castaño recogido en un elegante moño. Iba maquillada impecablemente. Pero aún
así, no consiguió atraer la atención de Alex de la misma manera que lo había
hecho la naturalidad de Laura.
--
¡Hola! – respondió Alex.
--
¿Llegaste bien? – preguntó Silvia. Detrás de ella aparecieron sus padres y un
muchacho alto y rubio que tenía mala cara.
--
Sí, sin problemas.
--
Bueno, te presento a mis padres y a Javier, mi novio – hizo sendos gestos para
indicar a cada uno de los presentes y se apartó para que se pudieran saludar.
--
Hola, encantado – dijo Alex, estrechando las manos de los dos hombres. Se
acercó a la madre de Silvia y le dio un suave beso en la mejilla de la mujer.
Ésta se sonrojó levemente.
--
Mi hija nos ha hablado mucho de ti, dice que estas de Erasmus en la facultad y
que estás haciendo una tesis – dijo amablemente el padre.
--
Sí, llevo aquí unos meses. Su hija ha sido muy amable conmigo, me ha ayudado
mucho con mi tesis.
--
Sí, ¿Cómo no? Bueno, ¿Vamos? Al final llegaremos tarde – dijo Silvia
precipitadamente. Le echó una mirada inquisitiva a Alex y reiniciaron el paso
hacia el edificio donde se desarrollaría todo el evento.
Al
llegar allí, Silvia indicó a sus padres y a Alex dónde debían sentarse y se
marchó hacia su lugar en las filas delanteras, justo al lado de Laura. Alex no
perdió de vista a la muchacha y se quedó contemplando cómo Laura iniciaba una
conversación discreta con ella y se daba la vuelta buscándole. Cuando le
encontró, levantó una mano, le saludó y sonrió con timidez y cierto
nerviosismo. Aún desde donde se encontraba sentado, pudo ver cómo Laura se
sonrojaba al mirarle. Su corazón dio un par de sacudidas fuertes ante este
choque de miradas.
El
novio de Silvia, visiblemente molesto, no dejaba de mirar a Alex y a Silvia.
Debía de pensar que él la estaba mirando. En un par de ocasiones intentó
entablar conversación con él. Alex le respondió educada y escuetamente, sin
apenas prestarle atención, pero sin querer ofenderle. Pasado un rato, el
muchacho debió de relajarse y empezó a comportarse con mayor simpatía.
El
acto comenzó con los discursos del decano y algunos profesores. Después un par
de alumnos representantes recitaron un breve discurso, tras lo cual empezaron a
nombrar a cada uno de los homenajeados. Cuando salió Laura, Alex se levantó de
su sitio, y sin importarle quién le mirase, aplaudió con entusiasmo. Los padres
de Laura, totalmente ajenos a este hecho, hicieron lo mismo dos filas más
adelante. Varias de las amigas de clase de la muchacha también se levantaron y
gritaron su nombre con fuerza, haciendo que la pobre chica se sonrojase aún
más.
Finalizado
el acto de graduación se dio paso al coctel en el que ya todos juntos, familias
y graduados, se reunieron para tomar algo y disfrutar de la noche veraniega. El salón tenía unos grandes ventanales, los
cuales estaban en su mayoría abiertos para dejar entrar la leve brisa nocturna.
Una fragancia, mezcla de distintas flores, se colaba por las ventanas,
perfumando el salón. Alex, junto con la familia de Silvia, se acercó al grupo
de estudiantes que estaba situado en el centro del salón. Tardaron un rato en
encontrar a las dos muchachas, pero al final, al fondo del grupo y algo
apartadas, estaban conversando las dos chicas. Alex, algo tímido, se quedó
atrás, esperando llamar la atención de las dos chicas silenciosamente.
Como
si se hubieran conectado mentalmente, las dos levantaron la cabeza al unísono y
miraron hacia donde se encontraban Alex y la familia de Silvia. Silvia pegó un
pequeño grito de entusiasmo, agarró a Laura del brazo y la arrastró consigo
hasta donde se encontraban sus padres, su novio y Alex.
--
¡Hola! – dijo Silvia.
--
Hija, has estado estupenda – dijo su padre.
--
Sí, es verdad – dijo Javier, el novio de Silvia.
--
Eh…gracias…-- tartamudeó la muchacha ante los elogios – Esto, Laura, te
presento a Alex – hizo un gesto con la mano hacia el chico y le guiñó el ojo
disimuladamente a su amiga. Ésta casi no pudo contener la risa y tuvo que
desviar la mirada.
Alex
se aproximó a Laura y se inclinó hacia ella para darle sendos besos en las
mejillas. La muchacha se sonrojó visiblemente, gesto que no pasó inadvertido
por los padres de Silvia, quienes se miraron y se sonrieron disimuladamente.
--
Encantada – dijo Laura – Esto…me parece que me suena tu cara ¿Eres de la
facultad? – preguntó, siguiendo el guión facilitado por su amiga.
--
Sí, estoy trabajando en una tesis. Voy sobre todo por las tardes. Silvia es una
amiga de la universidad, me ha ayudado mucho – dijo, sonriéndola y guiñándola
un ojo también.
--
Hummm…de eso me sonabas, claro – dijo Laura.
--
Máma, papá, Javi, si no nos damos prisa nos quedaremos sin nada…¡Vamos! – dijo
Silvia para cambiar de tema -- ¿Queréis algo?
--
No, gracias – Dijo Alex
--
Esto…yo tampoco quiero nada, de momento – dijo Laura y sonrió a su amiga con
complicidad.
Silvia
agarró a su novio por el brazo y se lo llevó, junto con sus padres, a las mesas
situadas hacia el fondo del gran salón, donde unos camareros servían copas y
ofrecían unos canapés.
Una
vez estuvieron solos, Alex se acercó más a Laura y prácticamente susurrando con
los labios pegados a la oreja de la chica, le dijo:
--
Has estado fabulosa. Y ese vestido es precioso, te queda genial – dicho lo cual
se apartó de ella y pudo contemplar cómo sus mejillas, ya coloradas, adquirían
un nuevo matiz de rojo – Estás preciosa.
--
Eh… gracias – Laura estaba muy nerviosa y el hecho de que alguien tan hermoso
como Alex la estuviera elogiando hacia que su estado de nervios empeorase – Tú
también estás muy guapo. Tienes como locas a las chicas de mi clase – le dijo.
Se había fijado en cómo le miraban y cuchicheaban. No las culpaba por ello.
--
Y tú tienes como locos a la mitad de los chicos de tu facultad – la dijo. Laura
puso cara de asombro y miró a su alrededor. En efecto, había un par de chicos
que parecían estar mirándola, pero supuso que también podrían estar mirando a
otra.
--
Eso son tonterías…No me miran a mí – Le dijo.
--
Eso te crees tú. Les he estado observando y he escuchado algunas cosas…
--
¡Laura! – gritó una voz a sus espaldas. Los padres de la muchacha habían
conseguido dar con ella por fin.
--
¡Papá! ¡Mamá! – gritó ella a su vez, y rodeando a Alex, se lanzó hacia sus
padres, quienes la abrazaron con ternura.
Una
pequeña lágrima se escapó de los ojos de la madre de Laura y su padre, más
contenido, miraba con orgullo a su hija. Una cámara de fotos digital colgaba de
su muñeca.
--
Hija…ha sido…-- su madre no conseguía articular las palabras – Bueno, ha sido
una ceremonia muy bonita.
--
Eres la mejor y la más guapa – le dijo su padre – He hecho un montón de fotos,
para que tengamos un bonito recuerdo de esta noche.
--
Gracias papá, pero seguro que salgo fatal en las fotos. Ya sabes lo poco
fotogénica que soy.
--
Tonterías, saldrás maravillosa.
Alex
observaba la escena enternecido y maravillado, en silencio. De repente, la
madre de Laura se percató de su presencia y se quedó ligeramente boquiabierta.
Hizo un breve gesto a su hija y ésta miró hacia atrás, le vio, le dedicó una
sonrisa y le presentó.
--
Papá, mamá, éste es Alex, un amigo de la facultad – les dijo – está haciendo
una tesis y conoce a Silvia.
--
Encantado – Volvió a decir Alex – Tienen una hija muy inteligente.
--
Igualmente – dijo el padre de Laura. Le dio un fuerte apretón de manos y le
dedicó una sonrisa – Es estupenda, pero no se lo cree.
--
Dejar de decir tonterías – intervino Laura.
--
Es la verdad, hija. Alguien te lo tiene que decir – dijo su madre.
--
Bueno, ya vale…Vamos a ver si comemos algo, ¿de acuerdo? – cortó Laura.
Se
dirigieron hacia las mesas de la comida, como habían hecho Silvia y sus padres
y, efectivamente, allí se encontraron con ellos. Los padres de ambas muchachas
comenzaron a conversar animadamente y Silvia, su novio, Laura y Alex, se
separaron un poco para hablar entre ellos. Las dos chicas estaban
entusiasmadas.
La
noche pasó y los padres comenzaron a despedirse de sus hijos. Los graduados
habían contratado una fiesta en una discoteca en el centro y se iban a ir todos
juntos.
--
Que lo pases bien, hija – dijeron los padres de Laura – Ten cuidado y…bueno,
nada más. Disfruta de la noche – dieron un abrazo a su hija y se marcharon.
Silvia
llegó corriendo y agarró a su amiga sin contemplaciones. Los chicos las
siguieron, divertidos por la situación.
Llegaron
a la discoteca y todo fue un caos. Mucha gente que hablaba, reía, bailaba…La
música les rodeaba. Y miles de luces de neón iluminaban la estancia. Sillones y
mesas desperdigados rodeaban la pista de baile y varios grupos de jóvenes
licenciados bailaban, bebían y hablaban (o por lo menos lo intentaban),
disfrutando del fin de una etapa y excitados ante el comienzo de otra
diferente.
El
grupito reducido formado por los 4 jóvenes se dirigió hacia una barra en el
fondo de la discoteca, donde había también una mesa y unos sofás libres. Las
chicas se sentaron y ellos fueron a pedir las bebidas.
Charlaron
y rieron como los demás. Después, una música más lenta empezó a sonar, y Alex
se levantó. Inclinándose hacia Laura le ofreció el brazo y la invitó a bailar.
--
¿Te gustaría bailar conmigo? – le dijo y le dedicó su sonrisa más seductora.
--
Esto…yo no sé bailar – tartamudeó la muchacha, algo avergonzada. Unos cuantos
compañeros de clase les estaban mirando y hablaban entre sí. Silvia, sonriendo
encantada, dijo:
--
¡Vamos! No seas boba – y la guiñó un ojo.
--
Yo te llevo, no te preocupes – dijo Alex. Agarró con delicadeza la mano de
Laura y la ayudó a levantarse.
Lentamente
se dirigieron hacia el centro de la pista y allí Alex agarró a Laura por la
cintura y empezó a moverse al ritmo de la música. La gente que les rodeaba
miraba a los dos bailarines.
--
¿Lo estás pasando bien? – Dijo Alex
--
Sí, gracias. ¿Y tú? – Preguntó Laura – Todavía no te he agradecido que hayas
venido – Le dijo, mirándole con intensidad y una enorme gratitud. Se sentía
profundamente feliz y llena de dicha al tenerle con ella. ¿Cómo podía haberse
planteado siquiera el perderse su propia graduación? ¿En qué estaba pensando?
Jamás se habría perdido algo así.
--
¿Bromeas? Estaría loco si me perdiera este espectáculo. Eres preciosa y esta
noche estás deslumbrante – Volvió a decirle con ternura. La echó un rápido
vistazo de arriba abajo, viendo cómo el vestido se ajustaba a la perfección a
su cuerpo moldeado, cómo el cabello oscuro adquiría miles de tonalidades y
brillaba de una forma misteriosa ante el juego de luces que iluminaban la sala,
la piel bronceada dejaba escapar una tenue luminosidad y una ligera capa de
sudor hacía brillar el cuello de la muchacha. Era todo un espectáculo. Y allí
estaba él disfrutando de ella, acariciándola suavemente y enviando y recibiendo
suaves descargas eléctricas allí donde su piel entraba en contacto con la de
Laura.
--
No digas más tonterías – dijo Laura – Al final me lo voy a creer…--y se rió
quedamente. El sonrojo aumentó en intensidad y una profunda sensación de
acaloramiento se instaló en su rostro, haciendo que sintiera mucho calor.
Suspiró e intentó tomar aire.
--
Tus padres son muy simpáticos – Dijo Alex, intentando obviar lo maravilloso que
era ver cómo podía influir en ella y la belleza que residía en algo tan
insignificante como un rubor en sus mejillas – No me han mirado mal ni nada…--
se rió él también.
--
Ya, bueno, ya te conocen, que es lo importante – le dijo. La verdad es que sus
padres se habían comportado mucho mejor de lo que ella se había esperado.
Habían conversado cordialmente con Alex y ni siquiera le habían dedicado
ninguna mirada de extrañeza a ella. Pero sabía que tarde o temprano el
interrogatorio se haría presente. Intentó no darle muchas vueltas al asunto, de
momento. Ahora iba a disfrutar del momento, de su momento con Alex.
--
Sí, ya tenemos la excusa perfecta –
--
¿La excusa perfecta? – preguntó Laura. Sus pensamientos se vieron bruscamente
interrumpidos ante la afirmación de Alex, y sobre todo, ante su entonación.
Algo la hizo estremecerse levemente.
--
Todavía no hemos hablado sobre lo del tema de… ser novios – dijo Alex. Vio cómo
la muchacha enrojecía de nuevo y se tensaba en respuesta a lo que acababa de
decir.
--
¿Eh?...Ah…esto…-- Laura se puso repentinamente nerviosa – Esto, yo no pretendo
nada…Bueno, yo –
--
Bueno, es tal vez algo pronto, según los cánones normales. Al fin y al cabo
sólo nos conocemos desde hace unas cuantas semanas – Dijo Alex –
--
Sí, exacto – respondió Laura.
--
Pero…Al menos por mi parte, me siento…Hacía mucho que no me sentía así con
nadie…Quiero estar contigo, Laura –
--
Y…y yo contigo, Alex – Un escalofrío corrió por el cuerpo de la muchacha
haciendo que se estremeciera.
--
Entonces…No hay mucho que hablar. Sólo nos falta una cosa –
--
¿El qué?—preguntó Laura.
--
Vamos, ahora lo verás – Alex paró de bailar, cogió a Laura de la mano, y se la
llevó consigo.
Salieron
de la discoteca y cruzaron la calle hacia un parque cercano. Un bello estanque
situado en el centro reflejaba la luz de las farolas distantes y la sombra de
los árboles que les rodeaban. La fragancia de miles de rosas y otras flores les
rodeó y a Laura le pareció que se encontraba en un sueño, pero seguramente eso
tenía más que ver con el hecho de que se encontraba en compañía de la persona
más maravillosa que jamás había conocido. No se percató de que se habían parado
al borde del estanque hasta que Alex la agarró por la cintura, hizo que girase
y la enfrentó con su cuerpo.
--
Esto es precioso – Dijo Laura, pero se lo decía más a él que al lugar donde se
encontraban. Los ojos oscuros de Alex brillaron con intensidad y algo se movió
en su interior, un destello. Parecían como un mar agitado por un fuerte viento.
--
Tú lo eres más – Le dijo, e inclinándose despacio, la besó en los labios. La
sensación fue realmente estremecedora y maravillosa. Alex jamás había sentido
nada parecido en sus largos años de vida. Se había enamorado en varias
ocasiones, pero nunca había sentido esto. Una corriente de fuego unió sus
labios a los de ella y la fuerza de un campo magnético inundó sus cuerpos,
dejándolos soldados, paralizados por la emoción y por la fuerza de aquella
sensación. Posando suavemente sus manos sobre el rostro de la muchacha,
acarició sus facciones y la intensidad del beso aumentó exponencialmente.
Laura,
por su parte, no había imaginado nada más bello que lo que estaba viviendo en
aquellos momentos. El fuego que sintió, la electricidad, se adueñaron de su cuerpo, y lo único que deseaba en aquellos momentos es que nunca se terminase.
Poder quedarse así, con Alex, para siempre. En esos momentos sintió que nada
podría separarlos, ni la mayor fuerza de la naturaleza. Sintió las manos de él
volar y posarse sobre sus mejillas y estuvo a punto de desmayarse. Se habría
caído si él no la hubiera estado sujetando, y si la fuerza del beso no hubiera
sido tan elevada. Un ramalazo de energía inundó su cuerpo y vio más allá.
El
momento de pasión fue adquiriendo una fuerza arrolladora, y Alex tuvo que hacer
acopio de todas sus fuerzas para frenarlo. Lentamente, se separó de ella y la
contempló. Los ojos de la muchacha permanecían cerrados, los labios
entreabiertos y una respiración jadeante se escapaba entre ellos.
--
Laura – susurró. La chica abrió los ojos con lentitud y le contempló
maravillada. Una luz más brillante que la de cualquier estrella brillaba en los
ojos de la chica.
--
Alex – fue todo lo que consiguió articular.
--
Bueno…ya está – dijo Alex, sonriendo e intentando retomar la naturalidad. El
momento había pasado, aunque se quedaría grabado para siempre en su memoria.
Ansiaba repetirlo, pero no era el momento. Estaba orgulloso consigo mismo por
su fuerza, y sorprendido por la sensación que aún permanecía en su cuerpo.
--
Sí…ha sido – intentó decir algo, pero no pudo.
--
No digas nada…No me hace falta. Puedo verlo en tus ojos – Dijo Alex.
La
muchacha le sonrió y acercándose de nuevo lentamente, se elevó sobre las puntas
de los pies y esta vez fue ella la que posó sus labios sobre los de él.
Lentamente, con cuidado. Fue un beso mucho más corto, pero igualmente intenso.
Las mismas sensaciones corrieron por sus cuerpos, y si hubieran estado más
atentos a lo que sucedía a su alrededor, habrían podido ver cómo se elevaban
apenas unos centímetros del suelo. Un aura plateada les rodeó por unos
instantes y una brisa alteró sus cabellos. La intensidad de la luz que les rodeaba
se incrementó, apareciendo como un fogonazo para desaparecer abruptamente justo
cuando los dos jóvenes enamorados separaron sus labios y se contemplaron
maravillados. Se sentían como si hubieran tocado el cielo con las manos.
Se
separaron lentamente el uno del otro, mirándose a los ojos con admiración. Así,
se tomaron de las manos y dieron media vuelta, dejando el pequeño estanque del
parque a sus espaldas. El momento más decisivo de sus vidas todavía ondeaba en
el ambiente y permanecería grabado en sus mentes para siempre.
Pero todo lo bueno es efímero, y se esfuma ante nuestros ojos antes de darnos cuenta.
No habían dado más que un par de pasos cuando la oscuridad más intensa que jamás habían visto en sus vidas, les rodeó
y un aura de intensa maldad tomó posesión del lugar.
¡Esto ha sido todo por hoy!¡espero que os haya gustado!Próximamente...más.
Un saludo,
Isabella.
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