Escapando de la Oscuridad. Capítulo 5

22/4/12

Hoy me siento prolífica y, además, estaba deseando compartir más de la historia de Laura y Alex con vosotros. Así que, sin mas dilación, os dejo el capítulo 5 de Escapando de la Oscuridad.
Espero que lo disfrutéis.


CAPITULO 5
Como aquella mañana, permanecieron callados durante todo el trayecto, ensimismados en sus pensamientos, disfrutando de la única compañía del otro, saboreando la libertad y el extraño placer que les daba estar juntos. El silencio era hermoso…nada incómodo, no necesitaban llenarlos con charla insulsa. El calor y el aroma de sus cuerpos se entremezclaba en una perfecta armonía.
Alex condujo por varios pueblos, esquivando, adelantando a todo el que se ponía delante. Con seguridad. Deprisa, pero justo lo necesario para no ganarse una multa, aunque no es que le importara demasiado. El dinero no era problema para él. Se dirigían hacia la sierra, y los pueblos cada vez estaban más apartados. La carretera se desdibujó ante los ojos de Laura, quien apenas prestaba atención al camino. Le daba totalmente igual, solo quería estar con Alex. Y en menos de media hora estuvieron en su destino. Justo cuando Laura pensaba que subirían a la sierra con aquél magnífico coche, Alex giró a la derecha y tomó una salida de la autovía y atravesaron varios pueblos hasta que la sierra empezó a rodearles por todos lados. Siguieron subiendo hasta que la carretera se acabó y aparcaron en un pequeño parking sin asfaltar. Había varios coches y mucha gente que se preparaba para pasar el día en la sierra. Los niños correteaban y chillaban emocionados, y los padres se apresuraban en coger las neveras portátiles y las mochilas y en encontrar alguna mesa a la sombra, cerca del río que se escuchaba a unos metros de distancia. Alex aparcó el coche lo más lejos que pudo del resto de la gente. Salió del coche, y se dirigió a abrirle la puerta a Laura, pero esta vez ella se le adelantó y salió por sus propios medios.
-- Ya hemos llegado – dijo Alex, sonriente – Aunque ahora tendremos que caminar un trecho. Hay un gran río por aquí. Te va a encantar. Podemos dar un paseo y después coger el coche e ir al pueblo que hay cerca a comer algo. Y después podemos volver o ir a donde tú quieras.
Alex estaba emocionado y a la vez asustado, por pasar todo el día completo y a solas con Laura. Pero se sentía increíblemente bien, lleno de energía y de una esperanza que hacía mucho tiempo que no conocía. Se quedó mirando con intensidad a Laura, esperando su respuesta, maravillándose con lo que captaban sus ojos agudos: el modo en el que el sol jugaba con el color de su pelo, de su piel, cómo la suave brisa jugaba con sus cabellos y estremecía su piel. Era todo un espectáculo para sus ojos. Sin duda, lo más bello que había visto en sus largos años de vida.
-- Vale. Me gusta la idea – respondió Laura, nerviosa y entusiasmada –
Anduvieron despacio, Laura con cuidado de no tropezarse y caer y Alex vigilando sus pasos, preparado para ayudarla en cuanto viera la mínima señal. Una vez más, permanecieron callados, escuchando los sonidos de la naturaleza que les rodeaba. Aquél día era cálido pero no asfixiante, y los árboles circundantes aportaban una sensación de frescor. El sonido de las voces de la gente se esfumó y pronto estuvieron totalmente solos.
Alex la guió con cuidado, y en apenas otra media hora alcanzaron su objetivo. Se encontraron en medio de una pradera llena de flores, donde había un pequeño estanque natural. Una cascada derramaba su agua en él. El río fluía más deprisa por encima de sus cabezas, entre las pequeñas montañas rocosas e iba a caer allí, donde el agua se acumulaba. En un lado del estanque, un pequeño riachuelo drenaba el agua y se perdía entre los árboles. No había nadie más, solo ellos dos. Y tampoco se oía gente cerca.
Laura contempló el lugar. No sabía que pudiera existir algo tan bello tan cerca de donde ella vivía. Era un pequeño paraíso. No debía de ser muy conocido, pues no se veían marcas del paso de personas por allí. El lugar permanecía prácticamente virgen, perfecto.
-- Esto es precioso, Alex – consiguió articular Laura – Jamás había visto algo tan perfecto –  Le sonrió agradeciéndole con la mirada que hubiera querido compartir con ella aquél paraíso. Y una nueva corriente de electricidad inundó sus cuerpos. Laura se adelantó despacio y tomó de la mano a Alex. Éste al principio parecía reticente al contacto, pero después se relajó.
-- Te dije que te gustaría – Fue todo lo que pudo decir Alex, perdido como estaba en las sensaciones que le embargaban en aquellos momentos. Su tacto, su voz, la energía que desprendía…eran como un bálsamo para él, conseguía curar todas sus heridas y le hacía más fuerte que nada en el mundo.
Laura comenzó a andar, todavía sosteniendo la mano de Alex entre las suyas. << Ojalá pudiera permanecer así para siempre >> pensó Laura. Alex se dejó llevar por la joven muchacha. Rodearon el pequeño estanque, y Laura se dirigió hacia una gran roca situada en la pared rocosa, al lado de la cascada. Allí se sentaron y contemplaron las aguas cristalinas derramándose en el estanque. Durante un buen rato, lo único que escucharon fue el sonido del agua al caer, sus propias respiraciones y la música natural que les rodeaba.
-- Bueno, cuéntame algo sobre ti, Laura – dijo Alex. Ansiaba poder conocer más cosas sobre ella, apelando a la fuente principal. Ante la expresión extraña de Laura, dijo –  Yo te he contado parte de mi historia, ahora te toca a ti –
-- No hay mucho que contar – Dijo Laura. De repente, estaba avergonzada. Su vida no era para nada interesante y el desasosiego apareció – Mi vida es absolutamente vulgar. No es que me queje, pero…-- << ¡¿Qué narices te pasa Laura?! >> -- Bueno, ¿Qué quieres saber? – Era más fácil que él preguntase concretamente qué es lo que quería saber.
-- No se…Supongo que tendrás familia…-- dijo Alex –
-- Sí, bueno, vivo con mis padres. Soy hija única. Mis padres no pudieron tener más hijos después de mí – Confesó Laura. No sabía por qué le contaba aquello, a lo mejor porque él le había contado algo muy personal antes – Fue un embarazo difícil para mi madre, y tenerme casi la mata –
-- Lo siento por ella – respondió Alex – Debió de ser duro. Pero seguro que te quiere muchísimo –
-- Sí, mi madre es estupenda. Tengo mucha suerte, mis padres son muy buenos y muy…comprensivos – contestó Laura – Les quiero mucho, y si algún día les pasase algo, no sé qué iba a hacer, no sé si lo podría soportar –
-- Estoy seguro de que saldrías adelante – el impulso le venció – Se nota que eres fuerte –
-- ¡Ja, ja! Ojalá – Se rió Laura -- ¿Acaso no viste lo que me hicieron anoche esos chicos? – dejó de reírse de golpe y miró hacia abajo, a las profundas aguas del estanque.
-- Me refería a otra clase de fuerza – contestó Alex. Ella le había malinterpretado, y ahora notaba que ella se sentía algo desdichada. Habló seriamente – Y no te preocupes más por aquellos idiotas, no se volverán a acercar a ti –
-- Sí, gracias a ti – dijo Laura. Estaba algo confundida por la seriedad con que el muchacho la estaba hablando – Todavía no se cómo agradecerte lo que hiciste por mí anoche – dijo con fervor.
-- No tienes por qué – De repente, Alex se perdió en los recuerdos de aquella noche, y un eco de la ira que había sentido entonces, se abrió paso en su ser – Hice lo que tenía que hacer – Aquella simple frase encerraba más verdad de la que ella jamás conocería.
-- Bueno, a lo mejor me podrías enseñar alguna llave o técnica de defensa personal, sólo por si acaso – añadió Laura. Una expresión extraña recorrió el rostro de Alex y ella no pudo descifrarla.
-- Sí, tal vez te vendría bien – dijo Alex. Le había costado retomar el control. Por un momento se la imaginó sola, peleando contra un grupo de desconocidos que la atacaban y un dolor intenso se instaló en su pecho – Pero yo no soy muy buen profesor, te lo advierto –
-- Aquellos chicos huyeron despavoridos de ti. Apuesto a que sabes muchas cosas, y yo soy muy buena alumna – Laura intentaba rebajar la atmósfera tensa que de pronto les rodeaba. No sabía cómo hacerlo.
-- Bueno, tú de momento limítate a no andar sola por la noche. Ya veremos más adelante –
Laura sonrió ante ese << más adelante >> Eso significaba que él planeaba mantener el contacto con ella y seguir viéndola. El entusiasmo la inundó de nuevo, y le sonrió feliz.
Alex contempló el cambio en ella, su sonrisa, y un escalofrío pasó raudo por su columna, arrastrando la ira, la preocupación y relajándole como un bálsamo. Le devolvió la sonrisa, y una luz iluminó su rostro angelical. Permanecieron así durante un buen rato, contemplándose el uno al otro, unidos por la fuerza de sus miradas. Ninguno era capaz de desviar la mirada. A pesar de que él llevaba las gafas de sol, Laura pudo sentir sus ojos sobre los de ella. Ambos intentando averiguar cosas del otro, intentando descifrar sus secretos y adentrarse en el alma del otro.
El sol iluminaba toda la pradera, colmándola de su luz, arrancando destellos plateados a las tranquilas aguas del estanque y a las desenfrenadas aguas de la cascada. Las flores permanecían totalmente quietas ante la ausencia de la brisa, y aunque el día era cálido y el sol caía sobre ellos, no sentían calor. Allí la temperatura era la adecuada.
Con gran esfuerzo, Alex desvió la mirada. Laura, sacada a la fuerza de su sueño, se desperezó y se levantó. Había sido fácil trepar por la roca y subir, pero bajar sería más complicado, por lo menos para ella. Antes de que se diera cuenta, Alex había saltado y la esperaba abajo. Con cuidado, volvió a sentarse y se deslizó hasta el borde con cuidado. Saltó y fue a caer al círculo de los brazos de Alex. Éste la sostuvo firmemente, aguantando el peso de su cuerpo, y después la dejó suavemente en el suelo. Los corazones de ambos latían con fuerza y desenfrenados. Un choque eléctrico les traspasó y se quedaron quietos unos instantes. Los brazos de Alex seguían sosteniéndola, incapaces de separarse de ella.
Las sensaciones que tenía Laura con Alex eran tan…abrumadoras. Cuando se lanzó de la roca, pensó que caería de bruces sobre la hierba, y sin embargo, él la había sostenido dulcemente pero con firmeza y la había depositado en el suelo, con ternura. Su corazón latía desbocado por el salto, pero mucho más por el encuentro con los brazos de Alex. Incapaz de separarse de él, permaneció inmóvil, mirándole fijamente hacia los ojos. Aquella energía devastadora que la recorría, parecía salir tanto de su cuerpo como del de él, paralizándola.
Alex contempló a la muchacha durante unos breves minutos, todavía con los brazos rodeándola, disfrutando del momento. Aquellos perturbadores ojos oscuros le miraban, y podía sentir cómo el corazón de Laura latía por lo menos tan fuerte y deprisa como el suyo propio. Acarició con las yemas de los dedos la superficie suave de la piel de los brazos de la muchacha.
Cuando sus respiraciones y sus corazones se calmaron, ambos dieron un paso hacia atrás, a la vez.
-- ¿Estás bien? – preguntó Alex, una vez encontró de nuevo su voz.
-- Sí, gracias. Soy algo patosa. Si no fuera por ti, me habría caído de bruces – se rió al imaginarse la situación, y vio cómo Alex echaba la cabeza hacia atrás y soltaba una fuerte carcajada.
-- Puede ser…Bueno, para evitar eso ya estoy yo – dijo, todavía riéndose.
Esta vez fue Alex quien tomó de la mano a Laura, y pasearon por la pradera, riéndose, charlando tranquilamente. Laura le contó que estaba terminando la carrera. Ya había hecho los exámenes y estaba a la espera de los resultados, y le quedaba una semana de prácticas en el hospital. Después, la graduación y más adelante…no sabía qué iba a hacer. Alex se mostraba totalmente atento, y Laura se sentía algo desconcertada. No podía creerse que de verdad a él le interesase su vida. Habló de sus aficiones, de la música que le gustaba escuchar, de un montón de cosas. Él escuchaba detenidamente, asentía, preguntaba constantemente. Laura acabó monopolizando la conversación, y algo le decía que Alex lo hacía intencionadamente. No quería presionarle, cuando quisiera hablar, ahí estaría para escucharle. Pero le daba vergüenza hablar sólo ella, preocupada porque le estuviera aburriendo.
-- Estoy hablando demasiado… ¿No te aburres? – Le preguntó.
-- En absoluto. Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien – contestó sinceramente Alex.
Acabaron frente al estanque de nuevo, mirando las tranquilas aguas. Eran tan cristalinas, que se podían ver a los pequeños peces nadando cerca de la orilla. Algunos pájaros revoloteaban cerca y bajaban hacia las aguas para refrescarse de vez en cuando.
-- Echas mucho de menos a tu hermana – dijo Laura. Le salió como una afirmación, no como una pregunta.
-- Sí, ella era muy especial. Era muy activa, tenía una personalidad arrolladora, impulsiva, alegre. Siempre se preocupaba por mí, y ella era la que me sacaba de los pozos oscuros cuando yo no tenía fuerzas para hacerlo – Estar con Laura le hacía sentirse bien. Sentía que podía descargar un poco su alma de toda la pena y el dolor que sentía.
-- Debía de ser excepcional. Ojalá yo hubiera tenido un hermano o hermana…-- reflexionó distraídamente.
-- Era excepcional, sí. Me aguantaba demasiado – Empezó a reírse poco a poco, y luego más fuerte.
Al final, los dos acabaron riéndose, descargando todos los nervios, todas las dudas y la inquietud, disfrutando del momento.
Laura se acercó más a la orilla del estanque y, arrodillándose, metió la mano para probar la temperatura del agua. Estaba fría, pero aún así incitaba a meterse en ella, zambullirse y nadar entre las límpidas aguas cristalinas.
Alex se arrodilló a su lado, y metió también las manos en el agua. En un impulso travieso, movió velozmente la mano, y salpicó a Laura en la cara. Aturdida, se echó hacia atrás y a punto estuvo de caerse en el agua.
-- ¡Eh! – exclamó. Casi cae en el agua, pero consiguió recuperar el equilibrio en el último momento. Se levantó rápidamente…y se agachó de nuevo, y con toda la fuerza que pudo, introdujo el brazo en el agua y lanzó un chorro de ésta hacia Alex, empapándole la camiseta. Su cara era muy graciosa, sorprendida, divertida por la situación.
-- ¡Ahora verás! – gritó Alex y se lanzó hacia ella. Estaba pasándoselo en grande. Jugando como un niño, se sentía libre. Hacía mucho que no contactaba con esa parte de sí mismo. Laura estaba desenterrando muchas facetas que creía perdidas, se sentía una persona diferente con ella.
Laura corrió, pero él era más rápido y la alcanzó. La cogió por detrás de los brazos y la abrazó con fuerza, pero sin hacerla daño; y por unos breves instantes, la elevó en el aire, pero de repente, resbaló con una pequeña roca de la orilla y los dos fueron a parar al lago. Mojados de pies a cabeza, se zambulleron en las frías aguas.
Durante un rato no pararon de reír y lanzarse agua. Alex tuvo que quitarse las gafas de sol, pues el agua las había empañado y no conseguía ver bien. Afortunadamente, el sol ya no daba directamente en el claro, lo cual le permitió quitárselas. Las lanzó hacia la hierba, y se dio media vuelta para enfrentarse a su adversaria.
Comportándose como dos niños de 8 años, se perseguían por las aguas. Alex siempre la conseguía atrapar, y le hizo alguna que otra aguadilla. La abrazaba jugando, la empujaba y riendo a carcajadas, escapaba de ella en el último momento, introduciéndose en el agua. Ella, intentaba pillarle desprevenido, pero nunca lo lograba, incluso en el agua se movía veloz y se escondía de ella. Así que, cuando estaba a su alcance, volvía a lanzarle agua, pataleando, creando enormes olas. No parecían sentir la frialdad de las aguas, sus cuerpos ardían emocionados.
Pasado un rato, comenzaron a calmarse. Empezaron a nadar tranquilamente, el uno junto al otro, en silencio, en perfecta armonía. De repente, sus rostros se giraron a la vez, perfectamente coordinados, y volvieron a mirarse intensamente. Alex paró de nadar y plantó los pies en el lecho del estanque. Laura hizo lo mismo y se quedaron parados, uno frente a otro, contemplándose. Alex, vacilante, alargó un brazo y con la palma de la mano, acarició la mejilla de Laura. Ésta cerró los ojos, disfrutando de la sensación de tenerle cerca, absorbiendo a través de su mejilla la energía que desprendía Alex, emocionada porque él la estaba tocando con ternura. Alex contempló a la muchacha y en un arrebato, la abrazó fuertemente, deleitándose con el contacto. Laura alargó los brazos y le rodeó el cuerpo, y así permanecieron, abrazados, sin preocuparse por nada más. Ambos se encontraban sumergidos en su propia burbuja de felicidad. Alex, radiante, emocionado; Laura, llena de dicha, de paz. Podía sentir la energía que desprendía Alex, como una bola de fuego, de luz cálida, totalmente placentera, algo que Laura no había sentido jamás. Alex sentía la energía de Laura como una llama brillante, capaz de eliminar todas las sombras del mundo, pura, magnífica y poderosa. Y de repente, sus corazones comenzaron a latir al unísono, en un ritmo algo más acelerado de lo normal, pero potentes y tremendamente fuertes.
Un rayo de comprensión barrió el mar de dudas de la mente de Alex, dejándolo limpio y cristalino. En un simple segundo, las piezas encajaron y lo entendió. Desde ese instante, él pertenecía a aquél ángel magnífico que se encontraba entre sus brazos y, pudo sentirlo, ella le pertenecía a él también. Sus corazones latían como uno solo, reforzando esa certeza.
Laura notó el cambio, no sabía cómo, pero algo era diferente. Y supo que no encontraría a nadie como él jamás y que desde aquél instante se rendiría a él y sería suya. Pero también comprendió que él ya se había rendido a sus pies. De repente, sus energías se habían transformado, y fluían de uno a otro en un río incesante, en armonía.
Sin embargo, una sombra cruzó rápidamente por la mente de Alex, enturbiando su momento de plena felicidad. Afortunadamente,  fue capaz de alejarla rápido, puesto que no quería que ella se percatase de nada. Consiguió retomar el control y continuaron como estaban.
No sabían cuánto tiempo llevaban así, pero de repente, el sol ya sólo iluminaba una parte del claro. Una leve brisa recorrió el lugar, y Laura se estremeció levemente, debido a que estaba empapada de pies a cabeza. Alex se percató, y despacio, con mucha dulzura, deshizo su abrazo, y la miró a los ojos. Había tanta paz en aquellos ojos…era tan hermoso, que le dolió en lo más profundo de su ser tener que separarse de ella; y pudo advertir la misma pena en sus facciones, ella tampoco quería separarse de él. El sueño se había desvanecido, y ahora volvían a ser los mismos de antes.
-- Tienes frío – Dijo Alex.
-- Nnno – respondió Laura, y avanzó a través de las aguas para poder abrazarlo de nuevo.
Alex la sujetó por los brazos, y la sonrió. Acarició con las palmas de las manos la parte superior de los brazos y dijo:
-- Sí. Estás tiritando. Vamos, te llevaré al coche. Tengo una chaqueta allí que te puedes poner.
-- De acuerdo – Dijo resignada.
Salieron de las frías aguas, y Laura fue a coger su bolso, situado a unos cuantos metros de la orilla. Allí recordó algo.
-- Espera Alex – Vio cómo este se incorporaba tras recoger sus gafas de sol, se las ponía y se quedaba parado mirándola – Me gustaría hacer unas fotos antes de que nos fuéramos ¿Te importa?
-- Por supuesto que no, tenemos tiempo – Dijo.
Laura sacó la cámara y se puso a hacer fotos a aquél maravilloso paisaje. Era una pena que casi no lo iluminara el sol. Tendría que volver para aprovechar la luz solar en otro momento. Disimuladamente, le hizo un par de fotos a Alex. Era perfecto. Incluso con las ropas totalmente mojadas, era como una visión gloriosa. Alex se percató y se dio la vuelta. Laura aprovechó el momento en que la sonreía para hacerle otra foto.
-- Me gustaría hacerme una foto contigo – Dijo Laura – Sólo para asegurarme de que no eres un sueño – murmuró para sí misma en voz muy baja. Y le dedicó una enorme sonrisa.
-- De acuerdo. Pero quiero una copia – respondió él.
Alex se acercó a donde se encontraba Laura y le rodeó la cintura con un brazo.
-- Dame, la haré yo – Le dijo. Cogió la cámara de las manos de Laura y alargó el otro brazo con la cámara para situarla un poco por encima de ellos – Sonríe –
Los dos fijaron las miradas en el objetivo de la cámara y sonrieron, felices. Alex apretó el botón y el flash centelleó.
-- Ya está. Listos y perfectos – comentó Alex.
-- Hummmm… ¿Alex? – preguntó Laura.
-- ¿Sí? – dijo él, intrigado.
-- ¿Te podrías quitar las gafas de sol un momento? Me gustaría hacerte una foto sin ellas. Tienes los ojos más maravillosos que he visto nunca – Dijo.
-- Laura… -- empezó a decir Alex, pero se vio interrumpido.
-- Por favor… -- suplicó Laura.
-- De acuerdo – suspiró Alex. No era capaz de negarse a algo que ella pidiera, y menos cuando utilizaba ese tono de voz y le miraba de esa manera. Le sorprendía que un ser tan frágil pudiera tener tanto poder sobre él. Su hermana jamás pudo convencerle de algo tan rápidamente.
Se quitó las gafas de sol y volvió a tomar la cámara e hizo lo mismo que antes, sólo que esta vez el flash le cegó momentáneamente.
-- Toma – Le dijo, tendiéndole la cámara con los ojos cerrados.
-- ¿Te ocurre algo? – preguntó preocupada.
-- Es sólo el flash, me ha cegado – intentó sonreírla, pero sólo consiguió elevar una de las comisuras de sus labios – Espero que hayamos salido bien – dijo, y consiguió esbozar una auténtica sonrisa.
-- Lo siento – se disculpó Laura -- ¿Es que te pasa algo en los ojos?
-- Sí, bueno…la luz del sol directa y este tipo de luces me hacen daño. Tengo unos ojos muy sensibles – Contestó. La ceguera iba remitiendo, y ya podía abrir prácticamente del todo los ojos – No te preocupes, ya se está pasando – replicó. Notaba el desasosiego de la muchacha – En serio, ya estoy bien…Tus planes para evitar que condujera no te han salido bien – dijo, y soltó una carcajada.
Ella se rió también, ya más tranquila.
-- Me has pillado – le contestó.
-- Bueno, ya estamos. Vámonos, se ha hecho tarde – dijo Alex.
Caminaron lentamente por el sendero. Laura se acercó a Alex y le tomó de la mano. Era tan placentero…le dio un ligero apretón y casi al instante él se lo devolvió. Y así, cogidos de la mano, llegaron al coche, sin apenas hablar, simplemente comunicándose a través de sus manos y de sus gestos.
Al llegar al coche, Alex le abrió la puerta, como siempre. Después se fue a la parte trasera de éste, abrió el maletero y sacó una chaqueta de cuero negro. Una vez dentro del coche se la ofreció a Laura.
-- Toma, póntela. Entrarás en calor en unos minutos.  Aunque sería mejor que te quitases esa camiseta mojada y te pusieras directamente la chaqueta, así entrarás en calor antes y no te constiparás – al ver la mirada recelosa de la chica, se puso algo nervioso y dijo -- Voy a encender la calefacción y me saldré fuera del coche mientras te cambias. Prometo no mirar – Introdujo las llaves en el contacto, y puso en marcha el coche. Activando una serie de botones, el aire caliente empezó a salir por los conductos y, efectivamente, en unos minutos el coche se calentó y Laura dejó de tiritar. Salió del coche y le dio la espalda, dejándola algo de privacidad, pero deseando poder contemplarla. Laura se quitó la camiseta empapada y pasó las manos por las mangas de la chaqueta de cuero y, aunque le quedaba enorme, se sintió bien. Tenía un tacto suave, cálido y un olor embriagador. La chaqueta emanaba un aroma a cuero y ligeros trazos de otra fragancia… más delicada y a la vez más potente. No conocía olor similar. Cuando se hubo cerrado la chaqueta adecuadamente, bajó una de las ventanillas y le indicó a Alex que ya estaba lista.
-- Gracias ¿No tienes otra para ti? – Le preguntó. Cayó en la cuenta de que él también estaba empapado demasiado tarde y un sentimiento de culpabilidad la atravesó. Estaba a punto de ponerse de nuevo su camiseta mojada y devolverle la chaqueta cuando él respondió:
-- No. No te preocupes, estoy bien. No tengo frío – Explicó Alex. Cuando vio que ella iba a replicar le dijo – En serio. Me preocupa más que te puedas constipar o algo – Y la miró con toda la intensidad que pudo.
-- No tienes que preocuparte tanto, en serio – dijo, repitiendo sus mismas palabras. Él la sonrió – Pero gracias, de todas formas.
-- No hay de qué – respondió Alex.
Un sonido, como un rugido se abrió paso en el silencio. Los dos se quedaron momentáneamente callados, expectantes. Después, Laura emitió una pequeña carcajada, y Alex la miró enarcando las cejas. Jamás se habría imaginado que tal sonido pudiera provenir de aquél delgado y frágil cuerpo.
-- ¡Ups! Lo siento – se disculpó Laura, sonrojándose visiblemente – Me parece que tengo un poquitín de hambre – La pequeña carcajada se tornó en una risa en toda regla. Miró a Alex y vio que éste no se reía, sino que parecía preocupado por algo, por lo que paró de reírse de inmediato.
Alex se maldijo a sí mismo por haberlo olvidado. Pero estando con ella se olvidaba de todo, y había pasado el día más maravilloso de su existencia. En adelante debería de tener más cuidado con ese tipo de asuntos, si quería pasar más tiempo con ella.
-- Lo siento. No cumplí mi palabra. Se me olvidó – Alex no sabía cómo disculparse con ella – Te llevaré ahora mismo a algún lado para que comas algo.
-- ¿Y tú? ¿No tienes hambre? – No esperó a que le contestara e hizo otra pregunta – Además, ¿Qué hora es?
-- Son casi las seis de la tarde -- << ¡Dios mío! ¡Cómo se ha pasado el tiempo! >> Alex no salía de su asombro.
-- ¿Las seis?... – La hora le había pillado totalmente desprevenida-- wow…se me han pasado las horas volando –
-- A mi también. Vamos, iremos al pueblo, compraremos algo para ti, dado que ya es demasiado tarde para comer en algún restaurante y nos iremos a algún lugar soleado para que comas y te termines de secar –
-- Oh, vale – respondió Laura. Le parecía extraño que él no tuviera hambre, ni siquiera la intención de comer algo, pero no le dio demasiadas vueltas.
Salieron del parking y en unos minutos entraron en el pueblo. Alex dejó el coche aparcado en una pequeña plaza y entraron en una cafetería donde le compró un enorme bocadillo de lomo con tomate y una ración gigante de patatas fritas.
-- Esto…no creo que pueda con todo esto – exclamó Laura señalando el bocadillo y las patatas –
-- No te preocupes, lo que sobre me lo comeré yo –
-- ¿No tienes nada de hambre? ¿Por qué no te compras tú otro bocadillo? – preguntó Laura –
-- Bueno, estoy siguiendo una dieta especial. Hoy es mi día de ayuno, por decirlo así. Pero no te preocupes, estoy perfectamente. En cambio tú, deberías comer algo más, creo que estás perdiendo peso – la última frase la murmuró para sí mismo, pero Laura la escuchó perfectamente. Se quedó algo extrañada. La verdad, en los últimos meses había perdido algo de peso, fruto de la ansiedad y de las malas noches sin dormir, pero no veía cómo él podía haberlo sabido. Supuso que era muy perceptivo y dejó sus dudas a un lado.
-- Vale, ¿A dónde vamos ahora? –
-- ¿Te apetece dar otro pequeño paseo? Creo que he visto un parque cuando veníamos hacia aquí – propuso Alex –
-- Muy bien, vamos –
Anduvieron unos diez minutos y encontraron el parque sobre el que había hablado. Lleno de árboles de diferentes clases, se podía respirar el aroma de la naturaleza casi tanto como si estuvieran en la misma sierra. Laura inspiró con fuerza y se llenó los pulmones de aquél aire fresco y límpido. A su lado, Alex no dejaba de contemplarla, absorto en sus movimientos, en sus gestos, en el aroma que despedía su cuerpo y que iba a parar directamente a su cara gracias al aire que lo empujaba.
-- Aquí estaremos bien – dijo Laura.
Se había parado en un claro del parque donde había unos cuantos bancos y zonas soleadas. Se fue al banco donde hacía más sol y se sentó en el respaldo, apoyando los pies sobre el asiento. Esperó con una sonrisa radiante a que Alex se le uniera y se quedó maravillada con la forma fluida y elegante que tenía el muchacho a la hora de caminar. Sus movimientos eran firmes pero suaves, sin ningún tipo de vacilación. Su corazón empezó a latir con más fuerza a medida que él se iba acercando y, cuando estuvo a su lado, casi sintió cómo se paraba durante un largo segundo e iniciaba después, veloz y desacompasado, su nuevo ritmo.
-- Toma. Come – dijo el chico alargándole la bolsa con el bocadillo, las patatas y la botella de agua fría –
-- Gracias. Estoy hambrienta –
Como si su estómago quisiera reforzar su afirmación, emitió otro terrible rugido. Laura y Alex empezaron a reírse ante el nuevo sonido, temblando y balanceándose, con sus brazos rozándose y el calor de sus cuerpos fusionándose.
Laura devoró el bocadillo y dejó unas pocas patatas que Alex tuvo buen cuidado de esconder para que ella no viera que no se las había comido. Una vez terminó de comer, se levantó del banco y enfrentó a Alex con su cuerpo esbelto y satisfecho. Le dedicó una enorme sonrisa. Le pareció maravilloso y extraño la forma en que hacía que sonriese. Hacía mucho que no sonreía tanto. Era liberador sentirse así con una persona, pero a la vez le daba miedo dado que apenas le conocía. Y aún así, allí estaba ella, con un chico al que había conocido la noche anterior, pasando el domingo con él en la sierra. Podría tratarse de un psicópata, él podría no llevarla de nuevo a su casa, podría llevarla a algún lugar apartado y hacer cosas horribles con ella y nadie lo sabría jamás, pero sus sentidos, incluido el fuerte sentido común del que siempre hacía gala, le decían que no tuviera miedo, que él jamás la haría daño. Así pues, había puesto su confianza ciega, basada en los sentimientos que él despertaba en su cuerpo, en él, y allí se encontraba, disfrutando de un maravilloso día.
-- ¿Caminamos un poco? Tengo que bajar el bocadillo. He comido demasiado – le dijo
-- Por supuesto –
Alex se levantó y se puso a su lado. Antes siquiera de que ella hiciera ningún gesto, la había tomado de la mano y entrelazado sus dedos con los de ella. Atravesaron el parque, hablando de cosas vanas, en algún momento en silencio, simplemente disfrutando de la mutua compañía. Pasearon por el pueblo y Laura hizo más fotos, de los dos juntos, de Alex solo, de ella…
Empezó a tener calor con la chaqueta de cuero y sus pantalones y zapatillas ya estaban secos, al igual que la ropa de Alex, por lo que le propuso volver al coche a cambiarse.
-- Vamos –
Cuando llegaron al coche, Alex volvió a dejar a Laura cambiándose en el interior, pero la curiosidad le venció esta vez y, girando la cabeza lo justo, atisbó el reflejo de la muchacha en uno de los retrovisores del coche. Se quedó sin respiración. Ella era tan hermosa. Su piel morena contrastaba con el blanco sujetador que llevaba y su piel empezó a arder y a sudar en respuesta a la imagen que contemplaban sus agudos ojos. Tenía un vientre plano y a la vista suave y el pecho bien formado y no demasiado grande. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros y espalda. Maravillosa. La visión terminó rápidamente cuando ella volvió a ponerse la camiseta. En ese mismo momento, giró nuevamente la cabeza para que ella no se diera cuenta de que la había estado espiando y esperó a que ella le llamara de nuevo.
-- ¡Alex! – Gritó ella – Ya estoy –
Caminó hacia el coche, intentando recobrar la compostura y la normalidad, esperando que ella no notase su repentino acaloramiento. Entró y se sentó a su lado. Vio su chaqueta en su regazo y volvió a recrear la imagen de ella sin camiseta, en aquél sujetador blanco que se quedaría grabado a fuego en su mente para siempre. Sus mejillas se sonrojaron ante el recuerdo y ella no dejó de notarlo, atenta como estaba a todo lo que él hacía, como lo había estado durante todo el día.
-- ¿Te pasa algo, Alex? – preguntó, curiosa –
-- Nada, sólo tengo algo de calor – mintió, abochornado –
-- Ah…La verdad es que aquí hace bastante calor – Pero su calor era más interior que producido por la temperatura exterior. Verle así, tan frágil y tan hermoso, con sus mejillas sonrojadas, su cabello oscuro y brillante, la llenó de unas emociones tan potentes y desconocidas para ella que estuvo tentada de quitarse de nuevo la camiseta y de quedarse en sujetador allí, delante de él.
-- Hmmmm…-- murmuró Alex.
-- Oh…esto, ¿Qué hora es? – preguntó Laura, intentando retomar la normalidad –
-- Casi las ocho de la tarde – dijo Alex, contento por poder desviar la atención de su acompañante.
-- ¿Las ocho? ¡Vaya! Creo que será mejor que me lleves a casa. Mis padres estarán llegando ya de su escapada y bueno…no es que pase nada, pero están muy acostumbrados a verme en casa cuando llegan –
Laura no quería irse, no quería apartarse de Alex, pero el mundo real estaba ahí fuera y ahora la reclamaba.
-- No te preocupes – dijo Alex – Y así más tarde podrás comer algo más, en condiciones. Tienes que coger fuerzas para dar el último tirón –
-- ¿Y tú?  ¿No vas a cenar nada? – repitió Laura. Estaba preocupada por él. Todo el día sin apenas comer, eso no podía ser bueno.
-- No pasa nada, comeré algo después. No hay problema – Sonrió ante su chiste particular y la miró con ternura.
Salieron del camino y retomaron la carretera por la que habían venido, rumbo a casa de Laura. Incapaz de resistirse, Laura pasó casi todo el viaje girada en su asiento observándole. Él se dio cuenta y al final le dijo:
-- Como sigas mirándome así, vamos a tener un accidente de coche – y se rió.
Laura se sonrojó ante lo que le acababa de decir, y decidió sacar su cámara para mirar las fotos que habían hecho. Él salía estupendo en todas, perfecto, cual modelo de pasarelas. Totalmente irresistible. Ella en cambio, empapada, con cara de cansancio y totalmente vulgar. Aunque la expresión de ambos rostros era la misma: felicidad; El resto de las fotos eran también preciosas.
-- Tenemos que volver otro día. Tengo que hacer fotos cuando la luz del sol bañe todo el claro – le dijo.
-- Claro, eso está hecho. Cuando quieras – respondió Alex.
Pasaron lo que quedaba de viaje en silencio. Laura, contemplando sus fotos; Alex, mirándola a ella con su visión periférica. Todavía no se creía que pudiera haber pasado aquél día entero con ella: riendo, hablando, disfrutando de su cercanía…Casi no se reconocía a sí mismo.
Demasiado pronto para ambos, llegaron a la calle de Laura. Alex paró el coche a unas cuantas casas de distancia, pues se había percatado de que el coche de los padres de Laura estaba aparcado en la entrada. Ella miró hacia donde lo hacía Alex y dijo:
-- Vaya, mis padres ya han llegado – miró hacia abajo, desilusionada. Su tiempo con Alex había expirado y a ella le tocaba volver a su rutina habitual. << Bueno, tal vez ya no tan habitual >> se dijo.
Alex no sabía qué decir… El día tocaba su fin y él se resistía a aceptarlo. Laura, con mucho esfuerzo, se dispuso a salir del coche.
-- Bueno…Alex, he pasado un día fantástico. Muchas gracias – Fantástico era quedarse corta, pero no le iba a decir: “el mejor día de mi existencia”, hubiera sonado…raro
-- Sí, estoy de acuerdo. No hay nada que agradecer – le dijo.
-- ¿Te veré algún día? – preguntó esperanzada.
-- Sí, supongo que sí – Le contestó – Me gusta venir por aquí, me gusta pasear por el parque… Y me gustaría mucho verte –
El corazón de Laura inició una carrera mortal ante aquellas últimas palabras. Alex percibió el cambio, y notó que su propio corazón también se aceleraba como respuesta o reacción ante el cambio del ritmo cardíaco de Laura.
Esta vez fue Alex quien se adelantó, y tomando dulcemente con una mano el rostro de Laura, lo acercó y posó suavemente los labios sobre la mejilla de la muchacha. Si hubieran estado rodeados de gas, las chispas que saltaron cuando sus labios tocaron la piel de Laura habrían provocado un incendio dentro del coche. Después, muy lentamente, se separó de ella, y salió del coche. Fue hacia la puerta del copiloto y la abrió. Allí seguía Laura, aturdida. Consiguió salir del coche y de repente, estaban el uno frente al otro. Le miró tímidamente, y alargando el brazo, lo estiró para poder tocarle la mejilla con las puntas de sus dedos. Él cerró los ojos en respuesta, disfrutando aquél momento.
-- Gracias de nuevo – susurró Laura, cuya voz estaba contenida por la emoción.
-- De nada – susurró también Alex.
Laura bajó la mano y caminó despacio hacia su casa. De repente, se dio cuenta de que aún sujetaba la chaqueta de Alex. Se había quedado unida a ella como si fuera un salvavidas. Le encantaba su tacto, su olor…el olor de Alex. Dio media vuelta, y se la ofreció.
-- Toma, casi se me olvida – Le tendió la chaqueta.
-- Puedes quedártela – Dijo Alex.
-- Bueno, es que mis padres…ya sabes, pueden hacer preguntas… y no creo que les haga gracia saber que he pasado el día con un “desconocido” y que me ha prestado una chaqueta porque nos tiramos a un lago con las ropas puestas…
-- Bueno, esa sería demasiada información, sin duda – contestó Alex – Haremos una cosa, yo guardo la chaqueta para tenerla a tu disposición cuando la quieras, ¿de acuerdo?
-- Trato hecho – dijo Laura. Dicho esto, retomó sus pasos.
Cuando llegó a la puerta, se giró y él permanecía allí, como la anterior noche, parado al lado de su coche, esperando a que ella entrara en su casa. Antes de entrar por la puerta, se despidió con la mano y vio que él hacía lo mismo.
-- Adiós mi ángel – susurró Alex para sí  – Que descanses.



Laura entró en su casa, todavía ensimismada, soñando despierta, cuando una voz familiar la devolvió a la Tierra:
-- ¡Laura! Cariño… ¡ya estás en casa! – dijo su madre. Siempre había sido tan impulsiva…
-- Sí, salí a dar una vuelta por la ciudad, disfrutar del buen tiempo…ya sabes. ¿Qué tal el fin de semana?
-- ¡Estupendo! Algún día tenemos que ir todos a pasar el día por allí. Te encantará y podrás hacer un montón de fotos.
-- De acuerdo, me encanta la idea. En cuanto se acabe el curso, tenemos que organizarlo.
Su padre hizo su aparición y se acercó a Laura. Ésta fue y le dio dos besos en las mejillas.
-- ¿Qué tal, papá? ¿Te lo pasaste bien? – preguntó. Resultaba tan surrealista estar allí, hablando con sus padres después de todo lo que había sucedido ese día…casi parecía fuera de lugar.
-- Sí, estoy algo cansado, pero ha estado muy bien – se la quedó mirando un momento y dijo -- ¿Estás mojada?
Laura se percató de que la camiseta aún estaba algo húmeda, y su cabello aparecía en mechones compactos y desordenados. Rápidamente, improvisó algo.
-- Sí, bueno…estaba paseando por el parque y se han puesto en marcha los aspersores. Me han pillado desprevenida y me he mojado un poco – Dijo precipitadamente.
Sus padres no dijeron nada más, pero la miraron extrañados. << Bueno, ya están más que acostumbrados a mis rarezas…No creo que les dé por pensar algo extraño…>> pensó Laura.
-- ¿Habéis cenado algo ya? – preguntó para cambiar el foco de atención.
-- Sí, no te preocupes – contestó su madre.
-- En ese caso, voy a prepararme algo rápido y me voy a la cama. Estoy cansada y mañana tengo que madrugar – Dio media vuelta y sin decir más, se fue a la cocina.
Laura llegó a la cocina y comenzó a prepararse un tazón de cereales. Gracias al enorme bocadillo, apenas tenía hambre y además, se encontraba demasiado absorta en los recuerdos de aquél día como para comer algo. Se sentía demasiado nerviosa y excitada.
Su madre la siguió a la cocina y cuando Laura ya estaba sentada, ella hizo lo propio y le preguntó:
-- Hija, ¿te encuentras bien? Pareces… más dispersa de lo habitual.
<< ¡Vaya! Se ha dado cuenta…mamá podrías ser menos perceptiva algunas veces…>> pensó.
-- Estoy bien, en serio. Sólo algo cansada. Y además, estoy nerviosa por el fin de carrera y todo eso… -- << Bueno, ése es motivo más que suficiente para estar nerviosa y distraída >>
-- Hummmm…vale ¿no has comido en casa hoy? – preguntó su madre.
-- ¿Por qué lo preguntas? – saltó Laura, sobresaltada.
-- Porque no has comido nada de pan y no hay ni un plato en el fregadero – respondió su madre, lanzándole una mirada incisiva y calculadora.
-- No…bueno…Hacía tan bueno, que salí a dar una vuelta al parque. Me puse a dibujar y se me fue el santo al cielo, así que al final compré un bocata y me lo comí allí mismo – Decidió decir parte de la verdad.
-- Ah…bueno… ¿Lo pasaste bien? – preguntó de nuevo su madre. Realmente parecía decidida a sonsacarle algo.
-- Sí, estuve muy tranquila. Conseguí relajarme bastante.
-- Bueno, eso está bien. No te preocupes, todo saldrá bien.
-- Ya, pero ya me conoces…No puedo evitarlo.
-- Bueno, cena algo y vete a la cama. Necesitas dormir y mañana tienes que levantarte temprano.
-- Sí, eso haré – dijo, bostezando para infundir más realismo a la frase. La verdad, estaba muy cansada, pero dudaba que pudiera dormir bien esa noche, después de lo que había vivido ese día y de lo nerviosa que se encontraba en aquellos momentos.
Su madre se levantó, se despidió y salió de la cocina.  Por un momento, miró a su hija con una expresión extraña. Se marchó y dejó a su hija sumida en sus pensamientos.
Laura terminó su cuenco de cereales, lo dejó en el fregadero y se fue directa a su habitación. Al pasar por el salón, les dio las buenas noches a sus padres.
Una vez dentro de su cuarto, se cambió de ropa y se puso el pijama. Mientras lo hacía, encendió el ordenador. Quería descargar las fotos de la cámara para poder verlas mejor en la enorme pantalla del ordenador. Abrió la ventana mientras el ordenador terminaba de encenderse, pero esta vez la sensación que había tenido la noche anterior no hizo su aparición. Alex no estaba allí.
Se sentó frente al ordenador, algo desilusionada y conectó la cámara a éste. Descargó las fotos y las miró una a una. Cuando llegó a la foto en que los dos estaban juntos, Alex sin las gafas, el corazón de dio un vuelco y no pudo por menos que maravillarse ante la hermosura que irradiaba aquél rostro. Sus ojos… aparecían tan hermosos como ella los recordaba. De un azul profundo e intenso y brillantes como dos enormes esferas de luz.
Revisó todas las fotos…eran magníficas. Parecía increíble que ella hubiera disfrutado de aquél paisaje y, más increíble aún, haber disfrutado de la compañía de aquél ángel salvador, misterioso, fascinante y hermoso. Alex…no dejaba de musitar su nombre para sí, embelesada, viendo su sonrisa en su mente, sus ojos perspicaces, brillantes, traspasándola con la mirada, su pelo suave y oscuro como la noche… notando aún su presencia a su lado, oliendo su aroma, sintiendo la energía que desprendía.
Colocó las fotos y realizó un nuevo álbum, titulado “Alex y yo”. Esperaba poder añadir muchas más fotos en él. Cuando acabó, revisó su correo, y vio un par de mails de dos buenas compañeras de clase. Estaban preparando la fiesta de graduación y necesitaban saber si iban a contar con ella y si podría ayudarlas. Más optimista de lo habitual, las escribió a las dos y las contestó que contaran con ella y que las ayudaría en lo que pudiera.
Laura terminaba las prácticas en el hospital esa misma semana, lo cual le producía tristeza en su mayor parte, aunque también algo de alivio. Necesitaba un cambio, necesitaba descansar. La fiesta de graduación estaba prevista para dentro de dos fines de semana, por lo que sus compañeras andaban algo cortas de tiempo, de ahí que hubieran acudido en busca de ayuda.
Terminadas todas sus gestiones, Laura cogió un libro, se metió en la cama, y leyó hasta que los ojos comenzaron a cerrarse. Después dejó el libro sobre la mesilla de noche, apagó la luz, y se abandonó al sueño. Esa noche tampoco tuvo pesadillas y pudo descansar.

Alex vio cómo Laura entraba en su casa y una sensación de vacío se apoderó de él. Se sentía incompleto, como si le hubieran arrebatado una parte importante de sí mismo. Jamás se había sentido así. Entonces lo supo: nunca había notado que estaba incompleto hasta que conoció a Laura. Una certeza arrolladora se abrió paso a través de su mente y sus pensamientos: estaría con ella hasta el final.  Pero una sombra oscureció su burbuja de felicidad: Estar con Laura implicaría tener que decirle qué clase de criatura era él y eso sería ponerla en demasiado peligro. Además, sabía que ella huiría en el mismo momento en que supiera la verdad acerca de su naturaleza. No existe sentimiento tan fuerte como para superar aquello. La tristeza le desoló, pero fue capaz de reponerse. No tenía otra opción. Disfrutaría de la compañía de Laura todo lo que pudiera y después se marcharía y la dejaría vivir su vida, en paz. Era demasiado egoísta para abandonarla en aquél momento, la necesitaba. Y de cualquier manera, ella le necesitaba ahora mismo.
Arrancó de nuevo el coche, y decidió volver al prado donde habían pasado el día. Cazaría algún pequeño herbívoro o lo que pudiera pillar. No es que tuviera realmente mucha sed, pero tenía que mantenerse fuerte para poder hacer frente a la tentación de la sangre de Laura. Jamás la tocaría en ese sentido.
Una vez allí, paseó alrededor de las tranquilas aguas, sumido en sus pensamientos, en los recuerdos e imágenes de aquél día, en las sensaciones… De repente, un sonido captó su atención y una brisa le trajo el aroma penetrante de una pequeña manada de animales. Se agazapó, y casi rozando el suelo, se lanzó en una carrera mortal pero silenciosa hacia el lugar donde sus presas le esperaban. Alcanzó a un cervatillo, y acabó con él en menos de 3 minutos. Después se enderezó, y agarrando el cadáver de su presa, lo escondió entre unos matorrales. De camino al estanque, se topó con un enorme jabalí y se lanzó sobre él también. Hizo lo mismo que había hecho con el cervatillo tras extraerle la última gota de sangre. Saciada su sed, volvió al claro. Se sentó durante unos minutos sobre la roca cercana a la cascada, imaginándose que ella estaba allí con él.
Pasado un rato, decidió volver a su casa. Sin embargo, cuando estaba llegando a su loft, situado en las afueras de la ciudad, una pequeña revuelta captó su atención. Un par de hombres acosaban a una pareja. Captó trazos de la conversación y se dio cuenta de lo que significaba: les estaban atracando. Aparcó despacio el coche dejándolo en las sombras a unos 200 metros de donde se encontraban la pareja y los atracadores. Silenciosamente, salió del coche y comenzó a caminar con lentitud. Los atracadores, uno alto con el pelo oscuro y largo y ropas sucias; el otro algo más bajo, pero musculoso, con varios pendientes en las orejas y la cabeza rapada; estaban armados con una larga daga y una pistola. El más bajo y musculoso sujetaba por el brazo a una mujer joven, que vestía elegantemente, los cabellos oscuros recogidos en un moño alto, un vestido negro ceñido a la cintura, y unas sandalias a juego de tacón de aguja. Con el otro brazo, alargaba la daga hacia la garganta de la asustada mujer. Ésta parecía a punto de desmayarse debido al shock de la situación. El otro hombre apuntaba con la pistola hacia la pareja de la mujer: un hombre alto, vestido con un caro traje de chaqueta, la blanca camisa desabotonada en el cuello. Debían de estar dirigiéndose hacia su coche, seguramente aquél BMW del fondo de la calle, cuando les sorprendieron aquellos hombres. Cerca de aquella zona se encontraba un área de ocio donde había caros restaurantes. Lo más probable es que acabaran de terminar de cenar, pensó Alex.
Siguió caminando y empezó a escudriñar los recuerdos de aquellos dos maleantes. Un rugido empezó a tomar forma en el pecho de Alex al leer los recuerdos de aquél que sostenía la daga. No paraba de deleitarse en la belleza de la mujer a la que ahora acosaba y no dejaba de compararla con la de otras muchas mujeres a las que había hecho lo mismo que planeaba hacer ahora con ésta. Apresuró el paso, furioso, y en menos de 20 segundos estaba a tan sólo 2 metros de las 4 personas. Ninguno de ellos se percató de su presencia.
-- Dámelo… ¡TODO! – rugió el hombre que sostenía la pistola – o tu novia sufrirá las consecuencias… --
-- Sí… y eres preciosa, ¿verdad?... sería una lástima – comentó el otro, riéndose de manera maliciosa y acariciando la suave piel de la garganta de la mujer con la punta de la daga.
-- ¡No! – gritó el otro hombre -- ¡Tomen! Pero déjennos en paz… por favor – con manos temblorosas, alargó una mano en la que se encontraba su cartera y el bolso de su pareja. El atracador de la pistola cogió sendos objetos con rapidez y se quedó expectante. El hombre, captando el sentido de su mirada, se quitó un caro reloj y, metiendo la mano en un bolsillo lateral de su pantalón, sacó un móvil de última generación. De nuevo, se lo volvió a ofrecer, pero no llegó a dárselo, pues una sombra más veloz que un rayo, se cernió sobre sus agresores y, en menos de un segundo, ambos se encontraban en el suelo, inconscientes.
Alex aprovechó que los hombres estaban distraídos para abalanzarse con velocidad sobre ellos. La adrenalina del momento le proporcionó una fuerza y una velocidad inimaginables y fue como un potente tónico para él. Hacía mucho que no dejaba salir parte de su fuerza al exterior y ahora notaba lo bien que eso le hacía sentirse.
Cayeron inconscientes, sin ni siquiera la oportunidad de ver a su agresor.
La pareja, asustados y conmocionados, se quedó mirando a la oscuridad, esperando el nuevo peligro que les acecharía aquella noche. El hombre, algo más despierto, se acercó con rapidez a su novia y la agarró con fuerza por la cintura. Con voz temblorosa, preguntó:
-- ¿Quién anda ahí? ¿Qué quiere de nosotros?
Alex, salió de las sombras y avanzó unos pasos hacia la pareja de novios, quienes le miraban sorprendidos.
-- Disculpen, pero no he podido evitar ver que se encontraban en problemas, y… he decidido intervenir – dijo, con tranquilidad.
-- Usted… ¿Usted les ha hecho eso? – preguntó de nuevo el hombre.
-- Ciertamente… sí. Estaban muy distraídos con ustedes, por lo que ha sido fácil. Digamos que ha sido un trabajo en equipo excelente – comentó Alex. Todavía podía notar la adrenalina silbando por sus venas.
-- ¿Qué quiere? – preguntó la mujer
Alex, extrañado, se la quedó contemplando durante unos breves segundos. Un leve aroma emanaba de su piel, sobre todo de su garganta. Unas milésimas de segundos le permitieron conocer el origen de aquél aroma. Sus ojos se fijaron en la garganta de la mujer automáticamente y vio un pequeño corte del que manaban unas infinitesimales gotitas de sangre. Retomando la cordura y su fuerza de voluntad, apartó la mirada de aquél frágil cuello y del potente elixir que manaba de él e intentó responder a su pregunta con la mayor naturalidad posible:
-- ¿Querer, yo? No… No quiero nada. Sólo intentaba ayudarles –
-- ¿Ayudarnos? – preguntó la mujer, muy aturdida. Apenas era consciente del modo frenético en el que estaba temblando.
-- Sí… No se preocupen. No voy a hacerles daño. Sólo pretendía ser de ayuda. Si no fuera por mí… Dios sabe qué sería de usted, especialmente – contestó Alex dedicando un gesto hacia la mujer.
-- Esto… gracias – comentó el hombre, intentando retomar su autocontrol y volver a la normalidad – No… no sé cómo agradecérselo.
-- No se preocupe… hombre, no se preocupe. Ahora, si les parece, será mejor que cojan su coche y se marchen de aquí antes de que estos dos se despierten. Tranquilos, yo me ocuparé de ellos – terminó la frase mirando a aquellos dos cuerpos tumbados en el suelo en posiciones extrañas con odio y asco.
-- Sí… será mejor que nos vayamos. De nuevo…gracias – dijo el hombre. Movió a su mujer, haciendo que ésta se encaminara hacia el BMW. Se paró, y le ofreció la mano y una tarjeta con su nombre y su ocupación.
-- Tome… por si en algún momento necesita algo, aquí está mi número. Espero poder devolverle el favor.
Alex cogió la tarjeta, y le estrechó brevemente la mano, asintiendo con la cabeza. Vio marchar a la pareja hacia su coche, la mujer trastabillando, el hombre con una mano en su cintura y pendiente de los pasos inseguros de su pareja. Justo cuando llegaban al coche, se giró y le observó durante unos instantes, antes de meterse en el interior.
Alex contempló a los dos atracadores y se percató de que el de la pistola aún tenía la cartera y el bolso en una de sus manos. Se agachó, se los quitó de las manos, y corriendo a una velocidad normal, se acercó al BMW. Dio un par de golpecitos en el cristal del piloto y éste se bajó en unos instantes. El hombre, sorprendido, le miraba sentado en su asiento de cuero. La mujer se había recostado y permanecía con los ojos cerrados.
-- Tomen, sus objetos personales – dijo Alex, alargándoselos a través de la ventana.
-- Gracias de nuevo – dijo el hombre.
-- De nada… conduzca con cuidado… Y si mañana ella no se encuentra bien, llévela al hospital. Aunque deduzco que sólo necesita algo de descanso. Se ha llevado un buen susto – comentó Alex.
-- Sí… un buen susto… Gracias –
-- Buenas noches –
-- Buenas noches –
El coche arrancó con suavidad, y salió disparado calle abajo, perdiéndose en la noche cálida.
Tras unos minutos de meditación, Alex volvió al lugar donde se encontraban los atracadores todavía inconscientes. Los miró durante unos segundos y después se abalanzó sobre ellos, dejando que su furia y su fuerza contenidas, emergieran libremente, deleitándose en la sensación que le recorría el cuerpo. Drenó la suficiente sangre como para no matarlos ni convertirlos en la clase de criatura que él era y una vez hubo terminado, se levantó de sus cuerpos, y los contempló mientras se relamía los labios. Ahora, lleno de la vitalidad humana, se sintió más fuerte. Los agarró a los dos por el cuello, cada uno con una mano, y los metió con brutalidad en el coche. Después, dirigiéndose a la comisaría de policía más cercana, los dejó a la entrada. Ambos tenían órdenes de busca y captura por crímenes similares.
Un policía que salía de la comisaría los vio y se los quedó mirando. Después, observando cómo Alex se alejaba del lugar, preguntó:
-- ¿Qué significa esto? –
Alex, sin ni siquiera girarse, respondió:
-- Mire en sus archivos  –  fue todo lo que dijo.
Después, se metió en el coche y se marchó de allí. Durante el trayecto, meditó el motivo de que los hubiera dejado con vida. Miles de respuestas se agolpaban en su mente, pero seguía sin comprender por qué no los había matado. Nunca se había frenado ante seres así, ¿Por qué ahora? Con esa pregunta rondando en su cabeza, llegó a su casa.
Distraídamente se cambió de ropa y volvió a coger las llaves del mercedes. Salió cuando el amanecer comenzaba a tocar el horizonte. Llegó a su árbol justo cuando el sol terminaba de salir por el este, iluminando el cielo con miles de bellos colores. Aquél árbol… era su refugio y su último hogar, representaba el inicio de su historia con Laura.

¡Bueno!esto se va poniendo cada vez más interesante. Personalmente, estoy disfrutando mucho escribiendo ésta novela en concreto y, bueno, de todas las que tengo empezadas. Últimamente aunque no he tenido ni el tiempo ni la motivación para escribir, mi mente ha seguido trabajando por su cuenta y, poco a poco, iréis viendo los resultados. Bueno, aquellos que puedo y me atrevo a compartir.
Espero que comprendáis que ésta es la primera "novela" que empecé a escribir, por lo que puede que tenga muuuuuchos fallos (Puede no, seguro que los tiene), pero quería compartirla igualmente con todos vosotros. El resto, bueno, creo que voy afinando y encontrando mi estilo y creo que veréis las diferencias pronto.
Pues nada más. No sé si hoy colgaré el capítulo dos de Descubriendo a...África, la otra "novela" que empecé a compartir con vosotros. Ésta es más actual, la empecé a escribir hace unos meses y no es de temática fantástica, pero sus personajes siguen siendo jóvenes y aventureros en el tema del amor. Qué le voy a hacer, en el fondo soy una romántica empedernida. 
Sin más, me despido por el momento.
No dudéis en dejar vuestros comentarios, por favor.
Saludos,
Isabella.

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