Sin más ni más...Os dejo el capítulo seis de Escapando de la Oscuridad. Espero que lo disfrutéis.
CAPITULO SEIS
La
luz de un nuevo día se filtraba por las rendijas de la persiana. El despertador
sonó indicando que eran las 7:30 de la mañana. Laura lo apagó de un manotazo y
se dio media vuelta. Pero su conciencia era más fuerte que ella y al final se
levantó renegando. Cogió sus ropas y se fue al baño a darse una ducha, tras lo
cual se tomó su acostumbrada taza de cola-cao y se preparó para marcharse.
Volvió a su habitación para coger su bolso y echó un vistazo por la ventana.
Nada. De nuevo. Suspiró, dio media vuelta y salió de su habitación. Al pasar
por el recibidor, cogió sus llaves y con una última mirada, salió de su casa,
rumbo al hospital y a su última semana de prácticas.
Alex
la siguió como cada mañana, con mucho más cuidado pues ahora se conocían y ella
podría verle y preguntarle qué hacía por allí. Así que tuvo que ser mucho más
cuidadoso y aumentar las distancias. La vio salir de su casa cabizbaja,
parecía… preocupada. En esos momentos ansiaba poder estar junto a ella, alargar
un brazo y estrecharla contra sí. Quería calmarla, decirla que todo iba a ir
bien, que no se preocupara por nada, que él estaba con ella y siempre lo
estaría… pero no podía, no por el momento.
Cuando
llegaron al hospital, Alex se quedó merodeando como cada mañana por los
alrededores, conocía un par de sitios buenos para resguardarse y esperar. Se
fue a uno de ellos, un parque situado no muy lejos del hospital y se sentó en
un banco debajo de un árbol enorme que le proporcionaba una gran sombra. No
hubiera estado muy bien visto que se subiera al árbol. Por allí había demasiada
gente. Sacó un libro que había comenzado a leer hacía poco y se dispuso a pasar
las largas 6 horas que le quedaban por delante hasta que Laura pudiera salir.
No
sabía por qué pero ese día Alex se encontraba realmente ansioso. Necesitaba
verla ya y las horas se le estaban haciendo eternas.
Laura
llegó al hospital con la sensación de que alguien la seguía, podía notar cómo
alguien la observaba, pero cada vez que se daba la vuelta para comprobarlo, la
sensación desaparecía y allí no había nadie que conociera, al menos.
El
día en el hospital fue más o menos igual que siempre, salvo un par de crisis a
última hora que se pudieron controlar bien. Cuando el reloj dio las 3 de la
tarde, Laura recogió sus cosas y se dispuso a irse. Pero al coger el bolso,
éste se le escurrió de las manos y se le cayó al suelo y todas las cosas se
desparramaron. Un dibujo se escapó y una de sus compañeras lo recogió.
--
Toma… ¡Oye! Qué bueno, dibujas genial Laura – Dijo Silvia. Silvia era una de
sus compañeras de prácticas en el hospital y una de sus pocas amigas en la
universidad. La verdad es que no entendía por qué era tan amable con ella,
puesto que casi no la llamaba. Siendo sincera consigo misma, no entendía cómo
podía seguir teniendo amigas, realmente era un desastre manteniendo relaciones
sociales.
--
Eh… gracias. Pero no es tan bueno, sólo es un garabato que hice el otro día en
el tren – le respondió. Siempre se sentía violenta cuando alguien la elogiaba.
Sentía que no se lo merecía.
--
Bueno, yo te digo que es magnífico. Algún día me tienes que hacer un dibujo o
algo, ¿vale? – Dijo Silvia y la sonrió con amabilidad.
--
Eso está hecho. En cuanto acabemos esta semana, te hago algo – Dijo Laura. Le
apetecía realmente ofrecerle algo.
--
Gracias, Laura. Bueno… ¿Nos vamos? –
--
Sí, vámonos. Tengo ganas de llegar a casa.
Se
despidieron de las psicólogas de la unidad y salieron juntas. Laura se
encontraba realmente a gusto y durante el trayecto hasta la estación de tren
parloteó mucho con Silvia. Normalmente se limitaba a escuchar y a hacer algunas
preguntas, pero ese día habló casi más ella. Silvia, muy perceptiva, lo notó y
preguntó:
--
Hoy estás distinta… Pareces muy feliz – Dijo -- ¿Algún motivo en especial?
--
No… No sé – Laura no sabía qué responder. No le podía contar lo de Alex, no
sabía por qué pero no podía – Debe de ser el final de carrera y tal. Me siento…
liberada – respondió.
--
Sí, es cierto. Da un poco de miedo, pero también es una liberación – respondió
su amiga. Se la quedó mirando intensamente, intentando averiguar algún motivo
oculto. Laura desvió la mirada.
--
¿Hoy qué vas a hacer? – preguntó Laura, intentando desviar la atención hacia
otros temas.
--
Bueno, esta tarde me voy de compras. Tengo que comprar el vestido de la
graduación – contestó Silvia -- ¿Tú ya lo tienes?
--
No, bueno… Todavía estoy decidiendo si iré o no – respondió.
--
¡Tienes que venir! Laura, es nuestra graduación… ¡No voy a permitir que no
vengas! – dijo su amiga con vehemencia.
--
Bueno… Ayer me escribieron Marta y Ana para pedirme ayuda con los últimos
preparativos… Así que, supongo que al final tendré que ir –
--
¡Más te vale! – contestó Silvia.
Laura
se rió quedamente. Su amiga era muy espontánea y tenía una personalidad
arrolladora, no merecía la pena el esfuerzo por llevarla la contraria. Además,
Laura sentía que debía ir a esa fiesta. Hasta la semana pasada no lo tenía muy
claro, pero ahora se encontraba más animaba y le apetecía realmente ir.
--
De acuerdo… Si te pones así, iré – Laura se rió y su amiga hizo otro tanto –
Pero no tengo nada que ponerme. Yo también debería ir a comprarme un vestido –
Odiaba la idea de vestirse así, pero no le quedaba más remedio. Las faldas no
eran lo suyo.
--
Vente esta tarde conmigo – Dijo su amiga -- ¡Así tendré a alguien más objetivo
que mi madre que me diga la verdad! Y te ayudaré a elegir un vestido que te
quede precioso.
---
Hummm… vale, de acuerdo ¿dónde y a qué hora quedamos? – preguntó Laura. Hubiera
preferido quedarse en casa y salir a pasear… Realmente tenía la esperanza de
ver a Alex, pero si iba a ir a la fiesta, tendría que comprar un vestido, así
que no le quedaba más remedio que desperdiciar aquella tarde en comprar un
vestido que seguramente sólo se pondría una vez.
--
¿Te parece sobre las 6 en Sol? – dijo Silvia.
--
Estupendo. Allí nos vemos – dijo Laura. Ahora estaba menos alegre que antes,
pero intentó aparentar que nada sucedía para que su amiga no comenzara con el
interrogatorio de nuevo.
Ya habían llegado a la estación del tren y su
amiga se fue hacia su andén. Laura se dio la vuelta y se dirigió al suyo
ensimismada en sus pensamientos.
--
¡Nos vemos! – se despidió Silvia.
Laura
llegó a casa, como siempre, sobre las 4. No es que tuviera mucha hambre, pero
se preparó algo ligero y después de comer, se fue a su habitación, encendió el
ordenador y trasteó un rato hasta que se hizo la hora de marcharse. Se cambió
de ropa y optó por ponerse algo más informal y sport que lo que había llevado
para ir al hospital. Se puso unos shorts vaqueros de color blanco y una
camiseta de tirantes roja, su favorita. Cambió su bolso por una mochila pequeña
y salió de su habitación. Su madre, que acababa de llegar de trabajar, le
preguntó:
--
¿Adónde vas? –
--
He quedado con Silvia, vamos a ir de compras. Ella también tiene que comprarse
un vestido para la graduación.
--
¿Te decidiste por fin? – preguntó su madre.
--
Sí, me apetece ir. Además es mi graduación – respondió Laura. Parecía algo muy
obvio, pero a Laura le había costado decidirse y la verdad, todavía no
comprendía qué es lo que la había hecho decidirse favorablemente.
--
Me alegro. Bueno, que lo paséis bien. Por favor, elige algo bonito – dijo su
madre. Qué bien la conocía… y por algo
bonito se refería a un vestido, no a unos pantalones.
--
Tranquila, mamá. Silvia me ayudará a escoger, no te preocupes – se rió y le
dijo adiós a su madre.
Salió
de su casa de prisa, pues nunca le había gustado llegar tarde a ningún sitio,
ni siquiera a clase. De repente, se percató de que había alguien mirándola, se
paró en seco en medio de su carrera por las escaleras de entrada de su casa y
lo miró. Allí estaba él. Repantingado sobre la puerta del copiloto de su
precioso mercedes, tan perfecto y hermoso como lo recordaba, incluso más. La
miraba tan intensamente que un breve escalofrío la recorrió el cuerpo. Laura se
quedó congelada por unos instantes, y después, sin pensárselo dos veces, se
lanzó hacia él y le atrapó en un abrazo.
Alex
pasó la aburrida mañana leyendo, cuando por fin, la vio salir del hospital
acompañada por una compañera. Las vio alejarse, hablando, y le sorprendió ver
cómo Laura charlaba y reía como nunca la había visto. Repentinamente, estaba de
buen humor. Eso le alegró el corazón. Las siguió con cuidado y escuchó su
conversación. Hablaban sobre la graduación y sobre tener que comprarse unos
vestidos. Estaban haciendo planes para aquella tarde. <<¡Mierda! Ha quedado con ella…>> La frustración se
hizo paso en el estado de ánimo de Alex, quien se sintió contrariado. Contaba
con poder pasar la tarde con ella de nuevo, hablar, y hacerla reír.
Sigilosamente,
siguió cada uno de sus pasos, poniendo especial atención y cuidado en que ella
no se percatase de nada. Tan ensimismado como estaba, no se dio cuenta de que
alguien más observaba a Laura.
Una
vez la vio entrar en su casa, se dispuso a planear lo que haría a continuación.
Debía permanecer a su lado, protegerla, pero se le estaba empezando a hacer
demasiado pesado espiarla y permanecer en las sombras, sobre todo ahora que la
había conocido en persona, había hablado y reído con ella, y la había tocado
con sus manos y besado con sus propios labios. Todavía notaba la sensación
electrizante, eufórica. Cada vez se le hacía más insoportable la separación, y no comprendía
del todo el por qué, al fin y al cabo, la conocía desde hacía muy poco. No entendía
qué había en ella que la hacía tan irresistible, qué era lo que hacía que él
hubiera cambiado tanto, que había conseguido que venciera muchas de sus
debilidades. Estaba dispuesto a averiguarlo, así que no se separaría de ella.
Por
otro lado, seguía la amenaza del asesino desconocido de su hermana, aquél que
planeaba dar caza a Laura. El temor que le recorrió el cuerpo al pensar en él y
en la posibilidad de que la hiciera daño, hizo más fuerte su determinación. Así
pues, decidió esperarla a la salida de su casa y pedirla permiso para
acompañarla aquella tarde. Así podría estar con ella, disfrutar de su compañía
y poder protegerla más de cerca.
Se
fue rápidamente a su casa, se cambió de ropa y cogió el coche de nuevo. Casi
voló por la carretera, sin preocuparse de radares, policías, etc. Era demasiado
bueno como para que le pillasen y las multas nunca le llegarían, así que no
había de qué preocuparse. Al final, llegó justo a tiempo. Aparcó frente a la
puerta de su casa, salió del coche y se apoyó en uno de los laterales, mirando
con intensidad, esperando expectante, nervioso y escuchando cada uno de los
pasos y cada frase pronunciada por los que habitaban aquél hogar. La escuchó
despedirse de su madre y se preparó para recibirla, nervioso por su actitud y
por la posibilidad de que ella denegara su petición de acompañarla.
La
puerta se abrió y salió Laura, radiante, llevaba unos shorts vaqueros blancos,
que resaltaban su bronceado y una camiseta de tirantes roja, a juego con las
zapatillas. Llevaba una pequeña mochila blanca colgada de uno de sus hombros.
Alex se la quedó contemplando ensimismado. Ella se precipitó como un torbellino
por la puerta y, de repente, se paró en seco, mirándole fijamente. En un abrir
y cerrar de ojos, retomó su anterior paso y antes incluso de que Alex se lo
esperase, la tenía entre sus brazos, ella abrazándole con intensidad. Sin saber
muy bien qué hacer, se limitó a sostenerla, tan sorprendido por el gesto como
embelesado por la corriente de sensaciones que se estaban abriendo paso en él.
Le devolvió ligeramente el abrazo y esperó a que ella reaccionara de alguna
forma.
Sorprendida
por su arranque de espontaneidad, se separó despacio y le miró con cuidado,
sonrojándose mientras lo hacía.
Alex
disfrutó viendo su reacción y antes de que ella pudiera decir nada, le dijo:
--
Yo también me alegro de verte – Y sin siquiera proponérselo, la sonrió. Cada
vez era más fácil estar con ella y últimamente se sentía muy bien, muy feliz,
más de lo que se había sentido desde hacía mucho tiempo.
--
Hummm…Lo siento – susurró Laura.
--
¿Por qué? – preguntó traviesamente Alex.
--
¡Bueno! Ya sabes…-- No sabía cómo cambiar de tema. Su repentino ataque de
espontaneidad le iba a costar más de un sonrojo. Así pues, optó por lo más
obvio -- ¿Qué haces aquí? – Vio que Alex se ponía algo más serio con su
pregunta y casi lamentó haberla hecho.
--
Bueno, me preguntaba qué ibas a hacer esta tarde y si querías ir a algún lado –
La dijo – Ya sabes, eres la primera persona que realmente conozco de por aquí y
bueno, estaba algo aburrido… -- Las palabras comenzaban a trabarse en su boca y
le daba la impresión de estar hablando demasiado. Tenía que poner alguna excusa
a su repentino interés.
--
¿De veras? – preguntó Laura.
--
¿De veras qué? – respondió Alex.
--
¿Soy la primera persona con la que has entablado contacto aquí? –
--
Sí…bueno, no es que se me dé muy bien hacer amigos – dijo Alex. Sonrió para sí
con cierta maleficencia, pues realmente no había estado cerca de humanos
excepto de aquellos a los que había castigado y de los que se había alimentado,
y ésos no iban a guardar muy buen recuerdo de él.
Laura
se sorprendió ante su respuesta y ante la expresión que dominó su rostro cuando
dijo aquello.
--
Vaya, cualquiera lo diría…-- dijo pensativamente Laura.
--
¿Por qué? – preguntó esta vez Alex.
--
Porque, no tienes la pinta de la típica persona a la que los demás rechacen o a
la que se le dé mal entablar relaciones sociales – le respondió.
--
Las apariencias engañan, ya lo sabes – La contestó – Y además, muchas veces, la
soledad no nos escoge, sino que la escogemos nosotros, ¿No te parece?
Laura
quiso responderle, pero tampoco quería hablar de más, así que permaneció
callada. El silencio se hizo un tanto incómodo y por unos minutos permanecieron
así, mirándose, sin decir nada, pero diciéndoselo todo con la única fuerza de
sus ojos.
--
Esto…entonces ¿qué tienes planeado hacer ahora? – retomó Alex.
--
Bueno, había quedado con una compañera para ir de compras, un rollo. Pero tengo
que hacerlo, necesito un vestido para mi graduación – Le contestó. El fastidio
se hizo patente a través de su voz, pues deseaba con todo su corazón poder
pasar la tarde con él.
--
Hummmm… ¿Habría algún problema si te acompañase yo también? – preguntó
inocentemente Alex, acompañando el tono de su voz con una mirada dulce y
provocadora.
Laura
se quedó sin aliento. Casi ni respiraba.
No podía imaginarse la posibilidad de que él pudiera querer pasar la tarde con
ella, castigándose con unas aburridas y probablemente infructuosas horas de
búsqueda de vestidos. Se aburría ella con sólo pensarlo, así que no podía
concebir el por qué de que él quisiera atormentarse de aquella manera.
--
Esto…Va a ser muy aburrido…No sé – respondió titubeante. Alex permaneció
inmutable, esperando una contestación definitiva y ella se derritió ante el
poder de su mirada – Como veas, pero después no me digas que te has aburrido –
Le dijo algo tajante, intentando retomar su autocontrol.
--
No te preocupes, os dejaré libremente a ti y a tu amiga, sólo daré mi opinión
si me la pides – La contestó. Estaba eufórico, pues ella había consentido que
la acompañara. Una tarde de compras no era nada para él, su hermana Isabel ya
le había entrenado en ese tipo de actividades y estaba seguro de que él era una
fuente de moda mucho más fiable que cualquier revista.
--
Te tomo la palabra – Dijo Laura. No se lo podía creer – Bueno, ¿Nos vamos? Casi
voy a llegar tarde. He quedado con mi amiga a las 6 en Sol y ya voy con el
tiempo justo. El autobús debe de estar a punto de pasar y como lo perdamos, llegaremos
tarde…
--
Tranquila, hay transportes más rápidos – La interrumpió. Señaló
intencionadamente a su espalda, haciendo que ella dirigiera de nuevo su mirada
al mercedes.
--
¿En coche? ¿Sabes lo horroroso que es aparcar en el centro a estas horas? Tendrás
que dejarlo en un parking y allí te cobran una pasta por sólo un par de horas…
--
No te preocupes, pago yo. No es problema. Todo sea porque no llegues tarde a tu
cita con tu amiga – Volvió a interrumpirla. Se giró y le abrió ceremoniosamente
la puerta. Ella le miró brevemente y se metió en el coche sin decir nada más.
Laura
le vio cerrar su puerta y dirigirse tranquilamente hacia el lado del piloto,
andando con calma, seguro de sí mismo. Una sonrisa traviesa se había formado en
su rostro. Entró en el coche y se sentó. Con un veloz movimiento, introdujo las
llaves en el contacto y con un leve ronroneo, el coche se encendió.
Con
la habilidad de el piloto más experto, salió del aparcamiento y, en menos de 10
minutos ya estaban fuera de la ciudad.
--
Coge la siguiente salida, es la más directa – Dijo Laura.
--
No te preocupes, ya me conozco la zona – Respondió Alex. Giró levemente la
cabeza y la sonrió.
--
Deberías mirar a la carretera – le regañó Laura.
--
Sin problemas, no te preocupes. Soy bueno conduciendo – y al decir esto, Alex
soltó una leve carcajada.
--
Ya, bueno, seguro que sí, pero por si acaso…haz el favor de mirar bien por
dónde vas. Me gustaría llegar a mi graduación sana y salva.
--
De acuerdo, señorita. Lo que usted diga.
--
No te burles de mí, Alex – gruñó Laura.
--
No lo hago…Sólo me divierte ver lo tensa que te has puesto en un momento… Me
pregunto ¿por qué será? – Dicho esto, volvió a mirarla a los ojos, desviando su
atención momentáneamente de la carretera. Tras unos instantes intensos, volvió
su rostro hacia delante y la más bella de las sonrisas se abrió paso en su
cara.
--
No lo quieras saber – Murmuró Laura para sí, tan bajito que él no la podría
haber escuchado, pero aún así, por su expresión parecía que sí lo había hecho.
Laura se percató de que él la estaba mirando de reojo.
--
¿Perdona? ¿Has dicho algo? – preguntó Alex. Sabía perfectamente lo que ella
había dicho, pero se estaba divirtiendo mucho jugando de aquella manera con
ella.
--
Nada… ¡he dicho que mires a la carretera! Me estás poniendo nerviosa.
--
¿Alguna mala experiencia con los coches? – preguntó Alex.
--
No. Realmente no. Pero hace tiempo mis padres y yo tuvimos un pequeño accidente
con un idiota que no miraba por dónde iba y digamos que desde entonces les
tengo mucho más respeto a los coches – Explicó Laura. <<Mejor decírselo que esperar a que saque sus propias
conclusiones>> Se dijo.
--
Hummm…entiendo. ¿Tú conduces? – preguntó con curiosidad.
--
Empecé a sacarme el carnet, pero desde el accidente, dejé el tema aparcado.
--
Buen juego de palabras. Si quieres, yo puedo ayudarte. Soy muy buen profesor.
--
Gracias. Ya veremos. Si hoy llego sana y salva a casa, me lo pensaré.
--
Pero, ¿ahora tienes miedo de ir conmigo en el coche? Ya fuiste conmigo el otro
día y estabas de lo más relajada. ¿Qué es lo que ha cambiado? – dijo Alex.
--
El otro día estaba…distraída. Sí, distraída y relajada. Hoy estoy algo más
alterada y por eso tiendo a fijarme en ciertas cosas.
--
¿Y por qué hoy estás alterada? ¿Es porque te acompaño y no quieres que me
conozca tu amiga? – preguntó maliciosamente. Se lo estaba pasando realmente
bien.
--
No…Bueno…-- titubeó Laura.
--
Bueno, ¿qué?
--
Bueno, verás…yo…nunca he salido con chicos…y…
--
Pero el otro día saliste conmigo – insistió Alex. Le interesaba mucho saber qué
rondaba por la cabeza de Laura.
--
Sí, pero estábamos solos – aclaró Laura, como si eso lo dijera todo.
--
Ah…te da vergüenza que tu amiga nos vea juntos.
--
No…no es eso…Bueno, en parte sí. Ya sé que no eres mi novio ni nada por el
estilo, nos acabamos de conocer, menuda estupidez. Pero…
--
Te incomoda lo que pueda pensar y lo que vaya a decir después – terminó Alex
por ella.
--
Sí, en parte sí… No sé cómo explicarlo – Se estaba trabando como una tonta. No
sabía cómo decirle que no era tanto lo que pensaran los demás, sino el tener
que compartirle con otra. Acababan de conocerse y le hubiera gustado mantenerlo
en secreto durante un tiempo, disfrutar a solas, conocerse mejor. Y ahora le
iba a presentar a una amiga suya. ¿Y si él perdía el interés en ella? ¿Y si le
gustaba su amiga y entonces la dejaba de ver?
--
Inténtalo – La animó Alex. Estaba realmente intrigado. No conseguía comprender
del todo el motivo de su desasosiego.
--
Déjalo. No quiero hablar del tema – Dijo Laura tajante. Intentó suavizarlo
diciendo – Me da vergüenza que me veas con vestidos y tal…No me gustan los
vestidos. Nunca me ha gustado cómo me quedan, me siento incómoda.
--
No te preocupes por eso. Acompañaba a mi hermana de compras constantemente, y
si no quieres no tengo por qué verte.
--
Te vas a aburrir – Dijo Laura.
--
Para nada. Estoy seguro que va a ser de lo más divertido…e interesante – Esto último se lo dijo para sí mismo.
En
menos de lo que Laura se hubiera imaginado, ya estaban en Sol y Alex metió el
coche en un parking cercano. Salieron a la calle y Laura miró su reloj.
--
Son apenas las 17:45, todavía quedan 15 minutos para que llegue Silvia y
seguramente se retrasará. ¿Quieres dar un paseo y tomar algo mientras
esperamos? Hay una heladería por aquí cerca bastante buena.
--
Perfecto. Vamos.
Caminaron
despacio, el uno cerca del otro, apenas rozándose, pero sin tomarse de la mano.
Cautelosos, algo tensos como la cuerda de un arco. En el trayecto a la
heladería no hablaron demasiado, pero ambos se observaban de reojo, evaluando
al otro, esperando a que dijera algo. En más de una ocasión sus miradas se
encontraron y en esas contactos fortuitos, Laura se sonrojó y apartó rápidamente
la mirada, sonriéndose para sí misma. Alex disfrutó de aquellos momentos y
también se sonreía a sí mismo, sintiéndose feliz y tranquilo.
Se
pararon frente a una heladería y entraron en el local abarrotado de gente
ansiosa por tomar el tan preciado helado que les refrescaría y aplacaría el
calor abrasador que sentían. Había multitud de sabores entre los que elegir.
Laura se puso algo nerviosa, pues siempre le costaba decidirse. Podía estás más
de 10 minutos mirando sabores, elaborando mezclas de sabores en su cabeza y al
final elegir lo de siempre. Le daba miedo arriesgarse, como en todo lo que
hacía.
--
Ya estamos – Dijo -- ¿De qué lo quieres?
--
Hummm…yo no sé si voy a tomar. Piensa tú de qué lo quieres y yo ya veré – Le
dijo Alex. La comida humana no estaba mal, pero no estaba muy acostumbrado a
ingerirla, por lo que le costaba cierto esfuerzo hacerlo. Vio que Laura ponía
una cara rara y preguntó -- ¿Qué pasa?
--
No…nada. Pero con el calor que hace… ¿En serio no te apetece? -- <<¡Mierda! Bocazas, bocazas…¡a ver si
aprendes a controlar tus gestos y tus palabras!>> Se dijo Laura.
--
Bueno, si te pones así…Tomaré uno de chocolate y frutas del bosque – Dijo
apresuradamente Alex, sin ni siquiera pararse a mirar el resto de sabores.
--
¡Ja! – soltó Laura.
--
¿Ahora qué? – preguntó Alex con curiosidad.
--
Nada…Lo tenías claro, ¿eh? Y eso que te lo ibas a pensar… -- Dijo Laura.
--
Bueno…a ver listilla, ¿De qué lo quieres tú? – contestó Alex.
--
Eso va a ser más difícil – Dijo Laura sonrojándose de nuevo – Siempre me cuesta
mucho decidirme, y al final siempre acabo pidiendo lo mismo…No sé, no sé…
--
Bueno, pues esta vez decido yo, entonces – y la miró con una enorme sonrisa en
su hermoso rostro, dejando entrever la perfección de sus dientes. Disfrutó
sobremanera al ver que la intensidad del sonrojo de Laura aumentaba y que ésta
se quedaba momentáneamente sin respiración, con los ojos muy abiertos,
embelesados – Dos helados de chocolate y frutas del bosque, por favor – Pidió
amablemente Alex al dependiente. Cuando se los hubo preparado, sacó un billete
de la cartera y se lo dio al camarero – Gracias.
--
Esto…Alex, toma – dijo Laura, ofreciéndole el dinero correspondiente a su
helado, para que éste lo cogiera. Todavía estaba algo aturdida por la enorme
sonrisa que le había dedicado. Había sido capaz incluso de percibir su aliento
en su rostro. Era dulce, embriagador, atrayente.
--
No, invito yo. No es nada – y con la mano libre que tenía, cerró la que Laura
le ofrecía con el dinero y la empujó ligeramente hacia ella, disfrutando del
leve contacto de sus pieles.
--
Bueno…gracias – Dijo Laura algo avergonzada. Bajó la mirada, metió en su
bolsillo las monedas que había sacado del monedero y le dio un lametón al
helado – Está muy rico. Yo siempre lo pido sólo de chocolate. Como mucho alguna
vez con vainilla o con chocolate blanco. Una vez lo pedí con menta y… ¡puag!
estaba asqueroso. Así que desde entonces no me atrevo a probar nuevos sabores.
Siempre quiero, pero al final no me atrevo.
--
Bueno es saber que mi compañía está cambiando ciertas cosas. No deberías tener
miedo de probar nuevas cosas, sólo porque una vez no te gustara… La vida está
llena de muchos sabores y experiencias que hay que vivir – dijo.
--
Ya…eso lo dices tú – comentó Laura.
--
¿Por qué dices eso? – preguntó Alex.
--
Porque…tú pareces tan seguro de ti mismo…y además, te sobran los recursos, se
ve a kilómetros de distancia. En cambio yo…--y repentinamente se calló. << Ya estás hablando de más, Laura.
Más te valdría cerrar esa boquita de piñón que tienes…La vas a joder>>
--
¿Qué? ¿En cambio tú qué? – y sin darle tiempo a responder dijo – Se que gozo de
ciertas condiciones privilegiadas…pero me refería a que si te lo propones,
puedes hacer lo que quieras. No hay que cerrarse a la vida porque una vez haya
salido mal. Como lo del coche. Es normal que le tengas cierto miedo, tras el
accidente, pero tienes que hacerle frente y superarlo. Si no lo haces, te vas a
perder muchas cosas en el futuro.
--
Ya…es muy fácil decirlo – murmuró Laura.
--
Sí, es fácil decirlo y difícil hacerlo, pero está en tu mano el intentarlo –
contestó Alex – Yo te puedo ayudar con lo del coche, por ejemplo.
--
Sí…vale, gracias – dijo Laura. Intentó retomar cierta naturalidad. Para cambiar
de tema, pues no le gustaba hablar de su inseguridad, dijo – Por cierto, no te
he preguntado ¿Qué tal la mañana? ¿Qué has hecho?
--
Esto…-- Las preguntas le habían pillado ligeramente desprevenido. Estaba sumido
en sus pensamientos y en descifrar cada una de las expresiones de la muchacha,
así que dijo lo primero que se le vino a la cabeza – En la universidad haciendo
unas gestiones y acudiendo a un par de clases y después me he ido a casa…Nada
demasiado interesante ¿Y tú?
--
Yo he ido al hospital donde estoy haciendo las prácticas de mi carrera. Me he
tenido que despedir de un par de pacientes ya que esta semana termino mi
estancia allí.
--
Ah…¿Y cuándo es la graduación?
--
Pues éste sábado que viene no, el siguiente. Tengo que encontrar algo hoy o no
podré ponerme nada y al final no podré ir.
--
Bueno, seguro que encontraremos algo perfecto para ti hoy – Afirmó Alex.
Siguieron
caminando y llegaron al punto de encuentro establecido por Silvia y Laura.
Silvia ya estaba allí, esperando, con un gesto de sorpresa dibujado en su cara
que no dejaba lugar a dudas: en cuanto pudiera le iba a hacer un interrogatorio
exhaustivo a Laura sobre quién era el modelazo que la acompañaba en aquellos
momentos. Se lo estaba comiendo con la mirada. Laura se percató de ello y se
sintió levemente molesta. Silvia siempre había sido la guapa de la clase y
tenía miedo de que se interpusiera entre ella y Alex.
Cuando
ya estaban lo bastante cerca como para que ella pudiera ver bien su cara y oír
su voz, Laura le hizo un gesto con la mano, indicándola que no dijera nada y la
saludó.
--
Hola Silvia, ¿qué tal? – sonrió a su amiga intentando enviarle un mensaje
silencioso.
--
Bien, bastante bien. Ya sabes – Le devolvió la sonrisa y le hizo un leve gesto
con la cabeza.
Alex,
quien había permanecido en silencio durante el intercambio de saludos, se
percató de los mensajes ocultos que ambas se enviaban en silencio. Eso le
divertía. Su amiga, Silvia, era guapa eso no se podía dudar, pero sus ojos no
se podían apartar de Laura.
--
Esto…te presento a Alex, es un amigo mío – intentó remarcar el mío, lo cual la hizo sentirse patética,
pues realmente conocía a Alex desde hacía un par de días y no era quien para
reclamar su propiedad. Pero era así como lo sentía, como algo suyo, y no quería compartirlo de momento
con nadie más, no cuando estaban empezando a conocerse.
Alex
se adelantó y otro tanto hizo Silvia. Se dieron sendos besos en las mejillas a
modo de saludo y se separaron. Silvia, embelesada. Alex, tranquilo. Le dirigió
una breve sonrisa a la muchacha y dijo:
--
Encantado, Silvia – Tras lo cual, dirigió su vista hacia Laura quien los
contemplaba a ambos con una expresión un tanto forzada en la cara.
Laura
lo pasó realmente mal cuando los vio aproximarse para saludarse. << Eres una neurótica, de veras que lo
eres Laura. ¿Por qué no se iban a saludar? ¿Quién eres tú para sentirte así? Él
no es nada tuyo para que te sientas así…y aunque lo fuera… ¿De qué sirve?
>> Pero no conseguía quitarse esa sensación del cuerpo. Su
inseguridad la estaba matando.
--
¿Vamos? – Preguntó Alex – Creía que teníais que ir a la caza de unos vestidos.
--
Sí, será mejor que nos demos prisa – Comentó Silvia. Se acercó a Laura, la
agarró del brazo y comenzó a andar por delante de Alex. Acercándose a su oreja,
la susurró – Ya me dirás quién es éste amigo tuyo…Ya se yo por qué estabas tan
feliz esta mañana – y soltó una suave carcajada.
--
De acuerdo – Le murmuró Laura a su amiga.
Alex,
quien se había percatado de todo el intercambio de palabras, sonrió para sí
mismo.
Pasaron
la tarde de tienda en tienda. En la última de las tiendas que visitaron, Silvia
escogió un gran montón de vestidos y otros tantos para Laura, quien parecía
sentirse bastante incómoda en esa situación. Alex, paciente, hacía como si no
estuviera realmente allí para que Laura no se sintiera avergonzada, pero la
vigilaba con cuidado, atentamente.
Con
el último vestido que se puso, Alex no pudo contenerse. Estaba preciosa con un
vestido al cuello que dejaba al aire su espalda esbelta y que marcaba su
cintura. El vestido era blanco con unas flores bordadas en negro y hacía
resaltar la piel morena de la muchacha. Subía por encima de las rodillas,
dejando entrever sus largas piernas.
--
Te queda genial, deberías quedarte ése –
Laura
se sonrojó ante las palabras sinceras de Alex y Silvia se rió quedamente,
mirando a ambos y tapándose la boca para no soltar una carcajada. Laura la miró
y su amiga se escondió en el probador para evitar la mirada reprobatoria de su
compañera.
Una
vez hubieron comprado sus vestidos, se fueron a mirar los zapatos. Tardaron
mucho menos en elegirlos. Laura escogió unas sandalias de cuña, blancas, atadas
al tobillo y Silvia unas de tacón fino negras, a juego con el vestido que había
elegido para ella.
Tras
terminar sus compras, se dirigieron juntos hacia su punto de encuentro de
aquella tarde y allí se despidieron.
--
Bueno Laura, nos vemos mañana en el hospi – la dio dos besos y la sonrió con
complicidad – Encantada de haberte conocido, Alex. Nos vemos en otra ocasión.
Podrías venir a la fiesta de graduación – Dicho esto, le dio dos besos también
a Alex, sonrió a su amiga y dijo – Adiós – tras lo cual giró y se dirigió hacia
el metro, lanzando una mirada inquisitiva por encima del hombro a su amiga
antes de meterse en la estación.
Laura,
algo resentida con su amiga por sus palabras y sus gestos, intentó recobrar la
compostura e intentó devolverle la sonrisa a su amiga. Alex observó el juego de
miradas y sonrisas, divertido por la situación.
--
Muy simpática, tu amiga – Dijo, a modo de cumplido. Se arrepintió de haberlo
dicho, pues el rostro de Laura sufrió un cambio. Se tornó triste y algo
enfadado -- ¿Estás bien? ¿He dicho algo malo?
--
No…nada. Estoy bien – Intentó sonreírle para conferir veracidad a sus palabras,
pero estaba segura de que no había colado. Se maldecía a sí misma por ser así,
tan estúpida e insegura y por haberle traído esa tarde con ella – Sólo estoy
algo cansada. Las compras no son lo mío – intentó justificar su estado de ánimo
de esta manera. La verdad, las compras siempre la agotaban y cambiaban su
humor, pues la mayoría de las veces no encontraba nada que le gustara.
--
Ah…bueno, por lo menos encontraste lo que buscabas ¿Tenía yo razón o no? – dijo
Alex, intentando animarla. No podía ni quería volver a ver aquella expresión en
su bello rostro.
--
Sí…-- Reconoció Laura – Respecto a eso…Dijiste que no ibas a mirar – le
reprochó Laura.
--
¿Cómo no iba a hacerlo? Además, no dijiste al final nada sobre que no te
mirase…y de alguna manera tenía que distraerme – Le dijo con picardía y la
guiñó un ojo.
--
¡Serás bobo! – gritó Laura y le dio un golpe en el brazo con la mano abierta.
Pero no pudo evitarlo y tuvo que reírse.
--
¡Ay! – se quejó Alex y él también soltó una carcajada.
Siguieron
caminando hacia el parking así, riéndose los dos juntos, bromeando. Cuando ya
estaban dentro del parking, aproximándose al coche, un dolor intenso sacudió a
Laura. Su cabeza estalló de dolor, el más intenso que jamás había sentido.
Llevándose las manos a la cabeza, se dobló sobre sí misma, y se habría caído al
suelo si Alex no la hubiera sujetado a tiempo. La preocupación y el miedo
hicieron mella en él, pues no se explicaba este cambio tan repentino. En los 3
segundos que le llevaron retomar la calma, pudo sentirlo. Una presencia oscura,
fuerte, malvada. Estaba cerca de ellos. Se dio la vuelta rápidamente, todavía
sosteniendo a Laura, pero no fue capaz de ver nada ni a nadie. La más horrible
de las sensaciones se abrió paso a través de su cuerpo, instalándose como un
escalofrío que le dejó helado, pues era algo que había sentido antes. Justo en
el momento en que volvía a dirigir su atención hacia Laura, pudo ver una sombra
que se desvanecía cerca de él, pero ya no podía hacer nada.
--
¡Laura! ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? – Preguntó angustiado Alex. Aunque tenía
la intuición de que lo que le ocurría a Laura estaba relacionado con aquella
presencia malvada.
--
Sssssssssí…Ya se me está pasando. Es sólo un dolor de cabeza – Con gran esfuerzo
y con la ayuda de Alex pudo incorporarse del todo.
Unas
lágrimas se escaparon de las comisuras de sus ojos y Alex, en un impulso, las
limpió con su mano derecha, mientras con la otra mano sostenía a Laura por la
cintura. Dejó la mano momentáneamente sobre el rostro de la muchacha y la
acarició con cuidado, con dulzura.
--
¿Mejor? – volvió a preguntar Alex.
--
Sí, mucho mejor. Gracias. Suelo tener dolores de cabeza, pero nunca los había
tenido tan fuertes – El dolor de cabeza la había dejado agotada y sudorosa.
Pero era tan placentero sentir la piel de Alex sobre su rostro…Se hubiera
quedado para siempre así, pero sabía que no podía. Haciendo acopio de fuerzas,
tomó la mano de Alex que descansaba en su propia cara, la apartó dulcemente y
la mantuvo sujeta con la suya propia.
--
Vamos, estoy cansada – Dijo.
--
Vale – contestó Alex. Ahora se sentía más tranquilo porque veía que ella se
encontraba mejor, pero una angustia creciente se instaló dentro de él. La
sombra de un miedo muy poderoso.
Con
las manos entrelazadas, llegaron al coche. Alex, como aquella misma tarde, le
abrió la puerta del copiloto y la hizo pasar. Cogiendo las bolsas con la ropa,
abrió el maletero y las metió allí. Después, entró en el coche y salieron como
una exhalación de aquél parking oscuro.
Durante
el trayecto hacia casa, no hablaron demasiado, como se estaba haciendo
costumbre entre ellos. No hacía falta. Habían logrado un nivel de comunicación
y comprensión que sobrepasaba la necesidad de utilizar palabras.
Ya
eran casi las 9 de la noche cuando llegaron a casa de Laura. Con cuidado, la
ayudó a salir. Se percató de que la muchacha estaba realmente agotada. Cuando
se cercioró de que no la hacía falta su apoyo, se dirigió al maletero, sacó las
bolsas y la acompañó hasta la entrada de su casa.
--
Bueno, gracias Alex. Espero que no te hayas aburrido demasiado – Dijo Laura,
intentando aparentar un tono de jovialidad. Pero el cansancio se hizo demasiado
patente a través del tono de su voz. Intentó sonreírle, pero lo único que
consiguió hacer fue una especie de mueca.
--
De nada. Y no me he aburrido, ha sido…de lo más interesante – la sonrió con
afecto y se apartó de ella despacio.
--
Hummm…vale. Bueno, nos vemos otro día, ¿no? – preguntó Laura.
--
Sí, por supuesto ¿Qué te parece mañana por la tarde? – Dijo Alex. Desde lo
acontecido en el parking había decidido redoblar su vigilancia y estaría con
ella el mayor número de horas posible.
La
ilusión se abrió paso a través del estado de ánimo de Laura, y mucho más
animada, pudo sonreírle.
--
Sí, ¡me parece genial! – dijo con vehemencia. Inmediatamente después se sintió
algo avergonzada por su arrebato y se sonrojó levemente.
--
Ja, ja – rió Alex – entonces, de
acuerdo. Nos vemos mañana – Con la mano derecha, acarició suavemente la mejilla
de Laura, y la miró con intensidad, intentando decirle mil cosas en silencio.
--
Hasta mañana, Alex – casi susurró Laura.
--
Hasta mañana – contestó Alex. Bajó la mano con que la estaba acariciando,
sintiendo un ligero cosquilleo en ésta. Dio media vuelta y se dirigió al coche.
Al
llegar a éste, se giró y allí seguía ella, mirándole, parada en la puerta de su
casa. Su rostro hermoso denotaba tristeza, anhelo, un fiel reflejo de lo que él
mismo sentía en aquellos momentos. Hizo un gesto con la cabeza, y se metió en
el coche. Salió de allí como una exhalación, temiendo que si dudaba un segundo
más, no podría abandonarla y tendría que raptarla en aquél mismo instante. Pero
eso no era necesario. Dentro de su casa ella estaba a salvo, o eso pensaba.
Además, en unos pocos minutos él volvería a su árbol y desde allí retomaría su
vigilancia silenciosa.
Laura
entró en su casa con paso cansado, agotada, pero feliz. Su madre, que estaba
tumbada en el sofá leyendo un libro, alzó la vista, escrutó con la mirada a su
hija y dándose cuenta de su estado, se levantó del sofá, dejó el libro sobre la
mesa, y fue hacia su hija.
--
Laura, cariño ¿Estás bien? Tienes mala cara – preguntó con preocupación.
--
Sí, mamá. Sólo estoy cansada de la tarde de compras – Prefirió no decirle que
le había dolido la cabeza. Su madre ya estaba muy preocupada por sus frecuentes
e inexplicables dolores de cabeza, como para añadir uno que había estado a
punto de desmayarla.
--
Si es que las compras no son lo tuyo, cariño – dijo su madre, algo más
tranquila -- ¿Encontraste algo bonito? – preguntó con curiosidad y cierta
preocupación.
--
Sí, mira – Alcanzó la bolsa y se la pasó a su madre, quien la abrió como quien
abre un regalo del que no sabe muy bien qué esperar y sacó el vestido. Un gesto
de asombro cruzó su rostro.
--
Es precioso, Laura. Vas a estar muy guapa. Me alegro de que fueras con tu amiga
Silvia – Dijo, sonriendo a su hija con cariño.
--
Joe, mamá, no te fías nada de mí – Se quejó Laura bromeando. La verdad, ella no
había elegido el vestido, pero prefirió no decirle quién había tenido la última
palabra al respecto y quién la había hecho decidirse.
--
Dime, ¿Quién lo eligió? – preguntó su madre.
--
Ja, ja…Sí, vale, lo escogió Silvia, pero yo fui la que se decidió por él. Tenía
un montón de opciones – respondió y soltó una carcajada.
--
¿Ves? Si no llega a ser por Silvia… --
--
Vale, vale…Tienes razón – Concedió Laura.
--
Deberías quedar más con ella – Dijo su madre.
--
Sí, tranquila. En cuestiones de moda, contaré con ella, no te preocupes más,
mamá.
--
¿Y los zapatos? – preguntó de repente su madre.
--
Aquí los tienes – Los sacó de la bolsa y se los enseñó a su madre.
--
Bueno, no están mal. No son de tacón, pero son bonitos –
--
Mamá, sabes que no soporto los tacones. Al menos con éstos estaré cómoda y me
los podré poner más a menudo -- <<Como
si realmente te los fueras a poner muy a menudo>> Se dijo a sí misma.
--
Ya, seguro que te los vas a poner constantemente – Dijo su madre, verbalizando
lo que ella misma había pensado ¡Qué bien la conocía!
--
Bueno, si has acabado con el interrogatorio, me gustaría cenar algo rápido e
irme a la cama, estoy agotada – intentó salirse por la tangente, para no dar
más hilo al asunto de su poco interés por la moda.
--
De acuerdo, cariño. Vete, yo pondré el vestido en una percha y mañana lo dejaré
bien preparado –
--
Gracias, mamá.
Laura
cenó con rapidez lo primero que pilló a mano, fue al cuarto de baño, se dio una
ducha y se fue directamente a su habitación. Esta vez no miró por la
ventanilla, no hacía falta. <<
mañana le veré otra vez, seguro>> Se dijo Laura totalmente
convencida. Si hubiera mirado por la ventana tan sólo un instante hubiera
podido ver una sombra que se desvanecía cerca y, a lo lejos, encaramado en la
misma rama del árbol donde le vio aquella tarde que ahora parecía tan lejana, a
Alex, mirándola con intensidad.
Laura
se sumió rápidamente en un sueño libre de sueños y pesadillas, totalmente feliz
y tranquila, ajena al peligro que la acechaba y que por fin la había encontrado.
Alex,
a quien el desasosiego no le había abandonado desde el fugaz incidente en el
garaje con Laura, no pudo dormir en toda la noche. Sentía que algo malo iba a
pasar, y pronto. No sabía muy bien qué hacer, puesto que no conocía bien
aquello a lo que se estaba enfrentando. De una cosa estaba seguro: si había
conseguido torturar y vences a una de las vampiras más fuertes que jamás había
conocido, entonces, se encontraba ante algo realmente aterrador. Tenía que
recabar más información sobre este ser, pero ¿cómo?
Mirando
intensamente al objeto que se había convertido en la razón más importante de su
vida, miles de pensamientos pasaron velozmente por su mente. Intentaba a su
vez, mandar un mensaje a Laura, pero no sabía cómo. Ya se estaba implicando demasiado.
No debería haber tomado contacto con ella nunca, era peligroso para ella. Pero
allí estaban, los dos en el inicio de algo. Algo que, bien sabía Alex, no podía
ser, no debía ser. Si bien era cierto
que, ahora que se conocían, podía protegerla más estrechamente, estar cerca de
ella más tiempo, y vigilarla más de cerca sin levantar sospechas. Pero en el
fondo de su ser sabía que, si conseguía vencer a aquel ser terrorífico, después
iba a tener que hacer frente a algo aún más doloroso si cabe, separarse de
Laura para siempre.
Ensimismado
como estaba en sus pensamientos, no se percató de la sombra que se desvanecía a
lo lejos, cerca de la ventana de Laura. Pero sus sentidos agudizados le
enviaron un mensaje <<No la
abandones ni de noche ni de día…>>
Así
pues, ¿Cómo protegerla si necesitaba viajar para averiguar qué era contra lo
que se enfrentaba? Debía tenerla consigo constantemente, pero ¿cómo iba a
conseguirlo?
Con
estas dudas y preguntas rondando su cabeza, pasó las horas nocturnas. Al alba,
corrió rápidamente, fue a su casa, se cambió de ropas y antes incluso de que
Laura se hubiera levantado, ya estaba él allí esperándola.
!Bueno!Eso ha sido todo por hoy... próximamente...MAS!
Saludos,
Isabella
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