Escapada a Navacerrada...Y mi encuentro con un hada...XD

10/3/12

Bueno, hoy voy a dedicar este post a la excursión que he realizado a la sierra de Navacerrada, en Madrid, con mis padres, mi hermano, mi cuñada y...mi perro, ¡Choco!
A continuación os mostraré algunas instantáneas que he tomado con el móvil...Siento tanto no haberme llevado la cámara... Me he arrepentido tremendamente de no haberlo hecho. El paisaje era magnífico y hoy hemos tenido la suerte de tener un tiempo fabuloso. Aunque hacía algo de frío, la temperatura era bastante agradable. Así da gusto comerse un buen bocadillo...a la luz del sol, con la brisa fresca acariciándote el rostro y, lo más importante, rodeado de gente a la que quieres y aprecias.
Como he dicho, ha sido un gran día. Sé que aún no ha acabado, y que todavía tengo sábado para disfrutar, pero, como ya he abandonado ese paraje tan bello, me limitaré a mostrarlo.

Os dejo algunas imágenes:


Mi perro...Choco


Una vista espectacular de uno de los embalses


¡Otra vista magnífica!


Mi Choco jugando con un palo...es el que mejor se lo ha pasado. Su primera escapada a la sierra.


Última instantánea que he tomado antes de irnos...


Sentada sobre una roca, rodeada por aquella basta y magnífica vegetación, con el sonido de los pájaros trinando y el susurro acariciador de la fresca brisa murmurando entre las hojas de los centenarios árboles, me sentí en paz. Por primera vez en mucho tiempo, me encontraba en completa armonía conmigo misma y con el mundo, con la madre naturaleza que tanto nos da y que nada pide a cambio más que la amemos y cuidemos. 
Sentir la luz cálida del sol mientras que el aire frío mecía mis cabellos y se colaba por el cuello de mi abrigo, provocándome suaves escalofríos, hizo que me sintiera como si me encontrara caminando por otro mundo, uno totalmente nuevo y desconocido para mí. Son tan escasos los momentos en los que me he sentido así en mi vida, que me encantaría poder atraparlos y meterlos en una urna mágica para así poder preservarlos y contemplarlos en el futuro, en aquellos momentos en los que la tristeza, la oscuridad o la angustia me lleven o amenacen con desestabilizar mi mundo, para poder recordar que existe belleza en el mundo, que hay luz en la vida y cosas por las que merece la pena seguir viviendo. Que, aunque esa oscuridad amenace con tragarnos y arrastrarnos a su más profundo interior, siempre habrá algo por lo que merezca la pena luchar y vivir. 

Rodeada de tan exquisita belleza, mil historias empezaron a tomar vida en mi mente risueña. Aquí y allá imaginé seres mágicos, únicos y magníficos, rodeándome, observándonos como si nosotros fuéramos unas extrañas criaturas a las que contemplar. Y, de repente, ante mis ojos empezaron a tomar forma...

Sus ojillos traviesos y curiosos estaban abiertos hasta límites imposibles, captando todo aquello que hacíamos, grabando los extraños sonidos que emitíamos y aprendiendo rápidamente nuestros más comunes hábitos, escondidos entre las hojas de los árboles y arbustos, cuchicheando y riéndose de nuestra forma tan extraña de hablar, de vestir, de lo feos que les parecíamos. Nos señalaban con sus deditos finos y se movían con velocidad entre las ramas y las briznas de la hierba corta y reseca que cubría el suelo. Tan veloces que eran prácticamente imperceptibles a nuestros débiles sentidos humanos
Una criatura esbelta y más pequeña que la palma de mi mano pasó sobrevolando a baja altura por donde nos encontrábamos y, por un breve instante, la luz suave del sol incidió sobre ella y pude verla con total claridad. Mil tonalidades diferentes destellaban en la suave y perlada superficie de su piel. El sol jugaba con ella trazando unos dibujos extraños a la par que bellos. Unas alas más finas que el pergamino, del color del sol, se movían rápidas como las de un colibrí, manteniéndola con suavidad en el aire. Sus ojos se abrieron aún más, sorprendidos al darse cuenta de mi reconocimiento, y una sonrisa asustadiza apareció en su bello rostro. Se quedó paralizada en el aire, mirándome con fijeza, con mil interrogantes en el fondo de aquellos ojos del color de la hierba brillante de rocío. Me levanté de la roca, olvidando a todos los que se encontraban a mi alrededor y avancé hacia ella. Permaneció quieta en el aire, expectante. Evaluando cada uno de mis pasos y movimientos, captando cada uno de los gestos que se formaban en mi rostro. Cuando apenas me quedaban unos centímetros para alcanzarla, alcé un brazo, vacilante. Mis dedos temblorosos se acercaron a su cuerpecillo grácil y las yemas de mis dedos sintieron las vibraciones que producían aquellas alas que parecían tan frágiles, pero que no lo eran. Una sensación electrizante recorrió mi brazo. Su boca se frunció en un gesto serio, pero segundos después, se relajó. Y me sonrió como sólo una criatura del bosque puede hacer. Con una bondad y un cariño tan sinceros, que mi corazón dio un pequeño brinco y se encogió momentáneamente en el interior de mi pecho. Mis dedos seguían allí, en el aire, apenas rozando a la pequeña criatura, mientras las voces de las personas a mi alrededor se hacían más fuertes...Y, en apenas una fracción de segundo, algo cambió. Un sonido agudo rompió la burbuja del trance en el que nos encontrábamos la pequeña hada y yo, y, con apenas una leve sonrisa y una inclinación de su diminuta cabeza, ella plegó sus alas tornasoladas y se impulsó, como un cohete, hacia el cielo azul. En lo que dura un pestañeo, desapareció de mi vista. Solté el aire que sin darme cuenta había estado manteniendo cautivo en mis pulmones e inhalé una nueva bocanada de aire fresco, sorprendida y anonadada. Capté el ligero rastro de un olor almizclado, dulce y embriagador, que antes no había estado allí. Durante unos segundos más permanecí en la misma postura. Con el brazo levantado, la mano extendida y un extraño cosquilleo en la punta de mis dedos. Mi mente comenzó a trabajar de nuevo, intentando ordenar lo que acababa de sucederme, buscando un sentido a lo que acababa de ocurrir, pero sin ser capaz de hacerlo. Luchando por negar lo que mis ojos y mis sentidos habían captado, mi cerebro empezó a formar distintas teorías. Sin duda, había perdido la cabeza totalmente, porque...las hadas no existen, ¿ o sí?
Pero una parte de mi ser, la parte más inocente que aún luchaba y se mantenía en mi interior, me dijo que aquello que mis ojos habían visto, aquello que había sentido con cada terminación nerviosa, aquello que había sido capaz de arrancar un fuerte latido a mi corazón humano...aquello había sido tan real como lo era el aire que respiraba, como lo era la sensación caliente de la luz del sol sobre la piel de mi cara. Y me sentí feliz. 
-- Hija, ¿Te encuentras bien?
La voz de mi madre me sacó de mi ensoñación. Sonreí a su rostro amado.
-- Sí. Sólo...me pareció ver algo. Seguramente una libélula. Era tan bonita...-- Dije, distraída, recordando aún el rostro de aquella hermosa criatura, pero sin ser capaz de decir la verdad a mi madre. Se habría asustado.
Salí de mi estado de estupefacción y miré a mi familia, a mi querido y simpático perro. Todo había vuelto a la normalidad o, mejor dicho, yo había vuelto a mi mundo.
Volví a sentarme y cerré los ojos, y en la oscuridad de mi mente ella volvió a aparecerse. En aquél momento, me juré a mí misma que jamás olvidaría aquello, y me sentí reconfortada. Siempre tendría algo a lo que volver cuando me sintiera abatida. Pues la magia existía, aunque nuestros embotados y débiles sentidos no fueran capaces de captarla y nuestras mentes excesivamente racionales la negaran continuamente. 

Estábamos recogiendo nuestras mochilas, para abandonar aquél lugar, cuando sentí un extraño tirón a la altura del tobillo. Bajé la mirada y vi un extraño ser de color marrón, ojos grandes y redondos y manos pegajosas de muchos dedos. Sus dientecillos afilados se habían clavado en la parte inferior de mis pantalones, rasgando la tela. Me reí y le miré.
-- ¡Buuuu! -- susurré, mirándole fijamente.
La criatura se soltó rápidamente y escapó, asustado. Cuando estaba a un par de metros de distancia, se dio la vuelta y me sacó una lengua sonrosada, dedicándome una pedorreta. Di un paso al frente y él escapó entre la maleza del bosque, corriendo con sus pequeñas pero veloces patas.
No pude evitarlo, y dejé escapar una carcajada. Mis padres me miraron, extrañados. Negué con la cabeza y suspiré. Sin poder evitarlo, seguí sonriendo y riéndome mientras avanzaba por delante de ellos.
Sí, la magia existe.


Bueno...Aquí os dejo las fotos de un día espectacular y este pequeño relato sobre mi encuentro con el mundo de la magia...Espero que os haya gustado.
Algunos podréis pensar que estoy loca, pero me gusta pensar e imaginar que estos mundos pueden existir.
No dejéis jamás que nada ni nadie os arrebate la magia que late en vuestro interior. 
En un mundo tan bello como en el que vivimos ¿Por qué no habría de existir? 

Un saludo.

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